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¡Hola, amigos! Me llamo Penny. Tengo 23 años y ya tengo mi propia familia, pero la historia que quiero compartir con ustedes me pasó hace un tiempo. O mejor dicho, me ha pasado a lo largo de toda mi vida. He abandonado muchos de mis sueños por una persona; y cuando decidí cambiar la situación, sucedió algo trágico e irreversible.
Nací cuando mi mamá tenía 46 años. Tuvo muchos problemas para quedar embarazada, y ya había sufrido algunos abortos espontáneos. Así que sí, cuando nací fue una especie de milagro para ella, y me rodeó con todo el amor que una madre podría dar. Obviamente no recuerdo los detalles, pero sí recuerdo que, por ejemplo, a veces, cuando abría los ojos en medio de la noche, veía a mi mamá sentada en la cama y mirándome fijamente. Ella siempre decía que se trataba de su actividad favorita: asegurarse de que tuviera dulces sueños.
Supongo que su amor excesivo hacia mí arruinó eventualmente su relación con mi papá. Ella estaba demasiado ocupada conmigo y nunca lo dejaba ayudar, tenía miedo de que hiciera algo mal. De alguna forma, lo excluyó de nuestra familia; y probablemente esa sea la razón por la que, cuando yo tenía 8, nos dejó. Unos meses después, nos enteramos de que se había mudado con una mujer mucho más joven que mamá. Claro, eso la dejó devastada y deprimida, repetía una y otra vez que yo era la única persona que la mantenía a flote.
Ahora entiendes que yo tenía una carga más que pesada sobre mis hombros, ¿no te parece? En mi cabeza, nuestra familia se había separado por mi culpa, y no tenía ningún derecho a preocupar a mi mamá.
Sin embargo, ella siempre intentó apoyarme en mis relaciones románticas. Y la primera de ellas ocurrió cuando tenía 16 años. Se llamaba Ben, era un compañero de mi clase. Pasaba casi todos los días en mi casa; mamá se alegraba mucho cuando él elogiaba sus comidas, o cuando decía que la quería casi tanto como a su propia madre. Pero su actitud hacia él cambió en cuanto conoció sus planes para la universidad.
Verás, al parecer Ben soñaba con estudiar cine en Nueva York, que quedaba muy lejos de la ciudad donde vivíamos. Hablaba con tanta convicción e inspiración cada vez que me lo contaba que, en algún punto, comencé a querer ir con él. Un día, mientras me mostraba algunos folletos e información en Internet sobre esa escuela, mamá entró a mi habitación.
Nos preguntó s
¡Hola, amigos! Me llamo Penny. Tengo 23 años y ya tengo mi propia familia, pero la historia que quiero compartir con ustedes me pasó hace un tiempo. O mejor dicho, me ha pasado a lo largo de toda mi vida. He abandonado muchos de mis sueños por una persona; y cuando decidí cambiar la situación, sucedió algo trágico e irreversible.
Nací cuando mi mamá tenía 46 años. Tuvo muchos problemas para quedar embarazada, y ya había sufrido algunos abortos espontáneos. Así que sí, cuando nací fue una especie de milagro para ella, y me rodeó con todo el amor que una madre podría dar. Obviamente no recuerdo los detalles, pero sí recuerdo que, por ejemplo, a veces, cuando abría los ojos en medio de la noche, veía a mi mamá sentada en la cama y mirándome fijamente. Ella siempre decía que se trataba de su actividad favorita: asegurarse de que tuviera dulces sueños.
Supongo que su amor excesivo hacia mí arruinó eventualmente su relación con mi papá. Ella estaba demasiado ocupada conmigo y nunca lo dejaba ayudar, tenía miedo de que hiciera algo mal. De alguna forma, lo excluyó de nuestra familia; y probablemente esa sea la razón por la que, cuando yo tenía 8, nos dejó. Unos meses después, nos enteramos de que se había mudado con una mujer mucho más joven que mamá. Claro, eso la dejó devastada y deprimida, repetía una y otra vez que yo era la única persona que la mantenía a flote.
Ahora entiendes que yo tenía una carga más que pesada sobre mis hombros, ¿no te parece? En mi cabeza, nuestra familia se había separado por mi culpa, y no tenía ningún derecho a preocupar a mi mamá.
Sin embargo, ella siempre intentó apoyarme en mis relaciones románticas. Y la primera de ellas ocurrió cuando tenía 16 años. Se llamaba Ben, era un compañero de mi clase. Pasaba casi todos los días en mi casa; mamá se alegraba mucho cuando él elogiaba sus comidas, o cuando decía que la quería casi tanto como a su propia madre. Pero su actitud hacia él cambió en cuanto conoció sus planes para la universidad.
Verás, al parecer Ben soñaba con estudiar cine en Nueva York, que quedaba muy lejos de la ciudad donde vivíamos. Hablaba con tanta convicción e inspiración cada vez que me lo contaba que, en algún punto, comencé a querer ir con él. Un día, mientras me mostraba algunos folletos e información en Internet sobre esa escuela, mamá entró a mi habitación.
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