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¡Hola! Soy Sophia. Durante los primeros 8 años de mi vida, fui un chivo expiatorio para mi madre, mientras que otras personas la consideraban casi una santa. Y, cuando llegué a la desesperación, mi abuela vino a rescatarme.
Cuando tenía 4 años, mi papá dejó a mi mamá. En realidad, nunca apareció después de eso. Pero recuerdo vívidamente el día en el que se fue. Yo estaba jugando en el patio delantero de nuestra casa y él estaba tan apurado que pisó uno de mis juguetes y lo rompió. Fingió que no había notado nada, mientras mi madre corría detrás de él llorando y rogándole que cambiara de opinión, que se quedara.
Desde entonces comenzó algo que yo llamo "los malos días de mamá". Ella siempre fue demasiado emocional. Por ejemplo, cuando no podía encontrar un lugar de estacionamiento perfecto cerca del supermercado, simplemente se enojaba, se iba y no compraba nada. Por lo general, se calmaba muy fácil y rápido, y papá realmente la ayudaba con eso. Pero después de que él nos dejara, ella se volvió aún más explosiva hasta por las cosas más pequeñas, y yo constantemente terminaba en el lado receptor de su mal genio.
Una vez, ella entró en mi habitación para decirme que era hora de que me bañara, y yo estaba jugando con mis juguetes debajo de una tienda que había hecho con sillas, almohadas y mantas. Y, cuando vio ese "desastre", como ella lo llamó, se puso roja de ira, rompió todo el asunto de la tienda y comenzó a tirar todo por la habitación mientras decía que yo era la niña más traviesa y estúpida del mundo. Y esa era, en realidad, una reacción bastante frecuente de ella hacia mí cuando jugaba con juguetes.
He dicho "lo siento, mami" tantas veces en mi vida y por tantas razones... Ella trabajaba en un bufete de abogados, y yo iba al preescolar. Prácticamente todas las mañanas comenzaba con mi madre estando nerviosa porque, como ella decía, le llevaba una eternidad despertarme y prepararme para salir. Mientras conducía, comenzaba a responder sus llamadas de negocios, y siempre se molestaba cuando yo le hacía una pregunta.
Pero cuando me dejaba en el preescolar, actuaba como la mejor madre del mundo con un montón de besos y abrazos, y yo sentía que la amaba más que a nada en el mundo hasta el punto de olvidarme de inmediato que ella me había gritado hacía como diez minutos. A veces escuchaba a mis maestros hablar entre ellos sobre mi madre,
¡Hola! Soy Sophia. Durante los primeros 8 años de mi vida, fui un chivo expiatorio para mi madre, mientras que otras personas la consideraban casi una santa. Y, cuando llegué a la desesperación, mi abuela vino a rescatarme.
Cuando tenía 4 años, mi papá dejó a mi mamá. En realidad, nunca apareció después de eso. Pero recuerdo vívidamente el día en el que se fue. Yo estaba jugando en el patio delantero de nuestra casa y él estaba tan apurado que pisó uno de mis juguetes y lo rompió. Fingió que no había notado nada, mientras mi madre corría detrás de él llorando y rogándole que cambiara de opinión, que se quedara.
Desde entonces comenzó algo que yo llamo "los malos días de mamá". Ella siempre fue demasiado emocional. Por ejemplo, cuando no podía encontrar un lugar de estacionamiento perfecto cerca del supermercado, simplemente se enojaba, se iba y no compraba nada. Por lo general, se calmaba muy fácil y rápido, y papá realmente la ayudaba con eso. Pero después de que él nos dejara, ella se volvió aún más explosiva hasta por las cosas más pequeñas, y yo constantemente terminaba en el lado receptor de su mal genio.
Una vez, ella entró en mi habitación para decirme que era hora de que me bañara, y yo estaba jugando con mis juguetes debajo de una tienda que había hecho con sillas, almohadas y mantas. Y, cuando vio ese "desastre", como ella lo llamó, se puso roja de ira, rompió todo el asunto de la tienda y comenzó a tirar todo por la habitación mientras decía que yo era la niña más traviesa y estúpida del mundo. Y esa era, en realidad, una reacción bastante frecuente de ella hacia mí cuando jugaba con juguetes.
He dicho "lo siento, mami" tantas veces en mi vida y por tantas razones... Ella trabajaba en un bufete de abogados, y yo iba al preescolar. Prácticamente todas las mañanas comenzaba con mi madre estando nerviosa porque, como ella decía, le llevaba una eternidad despertarme y prepararme para salir. Mientras conducía, comenzaba a responder sus llamadas de negocios, y siempre se molestaba cuando yo le hacía una pregunta.
Pero cuando me dejaba en el preescolar, actuaba como la mejor madre del mundo con un montón de besos y abrazos, y yo sentía que la amaba más que a nada en el mundo hasta el punto de olvidarme de inmediato que ella me había gritado hacía como diez minutos. A veces escuchaba a mis maestros hablar entre ellos sobre mi madre,
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