Alfonso Rojo: “Úntense vaselina señores del PP, porque Sánchez planea metérsela doblada con el CGPJ”

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Creo haberlo repetido una decena de veces, pero es imprescindible reiterarlo una más.
No por ustedes, que tienen esos dos dedos de frente y esa pizca de sentido común esenciales para circular por la vida, sino por el rebaño de políticos, académicos y tertulianos que pontifican estos días sobre el pacto entre PP y PSOE sobre el CGPJ.
Que un comportamiento sea perjudicial, deshonesto, peligroso, nefasto, injusto o incluso ilegal no garantiza que no se produzca.
En 2017, en vísperas de la intentona golpista en Cataluña, cada vez que iba a un debate me topaba con un sesudo representante del centroderecha que, sin que se le meneara el pelo de una ceja, afirmaba rotundo que no habría referéndum independentista porque no cabía en la Constitución.
Pues lo hubo y ahora hay que estar ojo avizor, porque puede ocurrir algo parecido con eso de que este otoño se modificará la ley, para que los jueces elijan a los jueces y no lo sigan haciendo los políticos, como implantaron en su día Felipe González y Alfonso Guerra.
El Gobierno empieza a enseñar la patita. Sin disimulo.
El zote Patxi López ya ha dicho que ese detalle ‘no aparece en el acuerdo’ y el monjil Bolaños suelta que, lo que negoció con el popular Gonzáles Pons en Bruselas, ‘no es vinculante’.
Tengo claro que Feijóo, antes de repartirse a pachas con Sánchez los 20 puestos del CGPJ, debería haber forzado el cambio definitivo del sistema de nombramiento.
Y que postponiendo la reforma, los populares se arriesgan a que los socialistas se la metieran doblada.
Pues úntense señores vaselina porque la amenaza es real. No sólo porque la mayoría Frankenstein en el Congreso de los Diputados -exigua pero determinante- altere el espíritu del convenio una vez llegue el proyecto a la cámara, sino porque quizá no llegue nunca.
En Génova 13, donde está la sede central del PP, los capitostes del partido remarcan que el PSOE no podrá bloquear la reforma, porque la Unión Europea vigila y ya han saltado en Bruselas las alarmas sobre la ‘anomalía judicial’ española.
Conociendo a Sánchez y a la vista de lo que ocurre desde hace cinco años, ese análisis es de una candidez aberrante.
¡No sea panolis, señores del centroderecha!
El marido de Begoña es un caradura morrocotudo y hará lo que considere más conveniente para seguir usando el Falcón y durmiendo en La Moncloa, digan lo que digan la Constitución, el Código Penal, la Unión Europea, el Tribunal Supremo o el ‘sursum corda’.
¿No han caído en la cuenta en el PP que si los 10 vocales del CGPJ nombrados por el PSOE ponen trabas a eso de que los jueces elijan a los jueces, la ley no llega al Parlamento y Sánchez no tendría siquiera que retratarse?
Quedaría feo, pero no creo que le importe un comino al amnistiado de Puigdemont, al cepillado del delito de malversación, al amigo del etarra Otegi, al compadre de Rufián, al hermano del músico Azagra, al marido de la directora de cátedra comisionista, al borrador de los EREs o al candidato a favor del cual votó el matarife Txapote