• hace 5 años
¡Nuevas historias animadas de 2019 que sucedieron de verdad!

Hola. Mi nombre es Ana María, y tengo dieciocho años. Me gustaría enviarles saludos desde la soleada California, el lugar donde nací y crecí, a todos los que están escuchándome ahora. Apuesto a que la mayoría de ustedes están pensando en una California completamente diferente. Bueno, amigos míos, nací en Baja California. Soy mexicana, y vivo en una gran ciudad cerca de la frontera con Estados Unidos. Un día, hace mucho tiempo, mis padres la cruzaron... y nunca volví a verlos.

Podría contarles mucho sobre los migrantes, de las familias divididas, sobre los amigos perdidos, y de la pobreza y discriminación... pero, en su lugar, les contaré mi propia historia. Comenzó cuando tenía siete años, cuando mis padres me dejaron en una casa vacía y huyeron. Suena aterrador, pero así es como sucedió. Un día, mis papás dijeron que querían decirme algo muy importante. Recuerdo que no entendía lo que estaba pasando, excepto que los rostros de ambos estaban muy tristes... Sus rostros a menudo lo estaban, pero esta vez, sus expresiones eran diferentes, con algún tipo de determinación que se sumaba a su habitual tristeza, lo que incluso los hacía lucir rígidos. Estaba casi aterrorizada, y escuché con atención lo que decían. Así que mi padre me dijo que él y mi madre tenían que irse, quizás por mucho tiempo, pero que no había nada de qué preocuparse, porque todo lo que harían era por mí. Mamá me abrazó y me prometió que, cuando encontraran una vida nueva y mucho mejor, definitivamente volverían por mí. Sí, me acuerdo muy bien de esas palabras...

Entonces mis padres me dieron un regalo... una serpiente de peluche con una expresión facial extraña y muy amable, especialmente para una víbora. Todavía la conservo como talismán, aunque esté muy vieja... Pero cuando esa serpiente era nueva, la tocaba y dejaba de lloriquear. Tenía muy pocos juguetes, y ninguno de ellos era nuevo y hermoso. Pero todavía estaba asustada, y no entendía a dónde irían mis padres ni por qué, y tampoco comprendía por qué me dejarían sola, ya que, por alguna razón, no teníamos parientes cercanos. Pero mi madre dijo que el señor Gómez y su esposa me cuidarían por un tiempo.

El señor y la señora Gómez eran nuestros vecinos, y yo los conocía de toda la vida, ¡así que al menos eran buenas noticias que me animaban! Comencé a esperar a la señora Gómez, y mis padres tomaron

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