¡Nuevas historias animadas de 2019 que sucedieron de verdad!
Hola, me llamo Emma. Tengo una pregunta para ti. ¿Crees en las mentiras piadosas? Lo cierto es que hace poco arruiné todo, y ahora tengo que mentirle a mi hermano menor. No estoy segura de haber hecho bien las cosas, tal vez tú puedas decirme qué hacer.
Cuando tenía cinco años, mi familia vivió lo peor que podría ocurrirle a alguien. Perdimos a mi hermano menor, Anthony. No puedo decir que recuerde todo en detalles; probablemente se porque, como dicen, la memoria de un niño borra todas las cosas negativas.
Pero sí recuerdo algunas cosas: por ejemplo, lo duro que fue para mamá estar embarazada. Pasaba casi todo el día en la cama de nuestra casa o del hospital. Si bien yo era muy pequeña, ayudaba a papá a cuidarla. También hubo complicaciones después de que nació el bebé. ¡Estuve a punto de perder a mi mamá! Vaya, es muy difícil recordar todo. Y después, los doctores dijeron que Anthony no viviría más de un año. Lo perdimos nueve meses después.
Oh, por Dios, estábamos devastados. Seguro imaginarás lo duro e injusto que nos parecía. Si bien nos habíamos preparado para su muerte, era imposible estar completamente listo para lo que vendría. Después de eso, mamá no pudo tener más hijos; pero el tiempo pasó, y mis padres decidieron que sería lindo darme un hermano menor. Así que adoptaron a un niño pequeño cuando yo llegué a los siete años, y es aquí donde comienza la historia.
Ricky (ese fue el nombre de mi nuevo hermano) solo tenía dos años cuando mis padres se lo llevaron del orfanato y lo trajeron a casa. Desde el primer momento en que lo vi, supe que había algo malo en ese niño. Es decir, yo no le caía nada bien, siempre intentaba hacerme daño cuando nadie lo miraba. Por ejemplo, me tocaba los ojos con sus deditos, tiraba de mi cabello cada vez que podía, o intentaba tirar mi plato si estaba a su alcance. Yo me quejaba de su comportamiento, pero mamá y papá decían que debía ser más tolerante, porque yo era la mayor y todo eso. Así que lo único que me quedó por hacer fue esperar a que creciera y, en teoría, se volviera más consciente.
Pasó el tiempo, pero las cosas no mejoraron. Claro, ya no podía morderme ni nada parecido, como solía hacer cuando era un bebé. Pero, de todas maneras, mis padres no me apoyaban. Simplemente adoraban a Ricky, lo consideraban un niño muy bueno. Le iba bien en la escuela y nadie se quejaba de él…
Hola, me llamo Emma. Tengo una pregunta para ti. ¿Crees en las mentiras piadosas? Lo cierto es que hace poco arruiné todo, y ahora tengo que mentirle a mi hermano menor. No estoy segura de haber hecho bien las cosas, tal vez tú puedas decirme qué hacer.
Cuando tenía cinco años, mi familia vivió lo peor que podría ocurrirle a alguien. Perdimos a mi hermano menor, Anthony. No puedo decir que recuerde todo en detalles; probablemente se porque, como dicen, la memoria de un niño borra todas las cosas negativas.
Pero sí recuerdo algunas cosas: por ejemplo, lo duro que fue para mamá estar embarazada. Pasaba casi todo el día en la cama de nuestra casa o del hospital. Si bien yo era muy pequeña, ayudaba a papá a cuidarla. También hubo complicaciones después de que nació el bebé. ¡Estuve a punto de perder a mi mamá! Vaya, es muy difícil recordar todo. Y después, los doctores dijeron que Anthony no viviría más de un año. Lo perdimos nueve meses después.
Oh, por Dios, estábamos devastados. Seguro imaginarás lo duro e injusto que nos parecía. Si bien nos habíamos preparado para su muerte, era imposible estar completamente listo para lo que vendría. Después de eso, mamá no pudo tener más hijos; pero el tiempo pasó, y mis padres decidieron que sería lindo darme un hermano menor. Así que adoptaron a un niño pequeño cuando yo llegué a los siete años, y es aquí donde comienza la historia.
Ricky (ese fue el nombre de mi nuevo hermano) solo tenía dos años cuando mis padres se lo llevaron del orfanato y lo trajeron a casa. Desde el primer momento en que lo vi, supe que había algo malo en ese niño. Es decir, yo no le caía nada bien, siempre intentaba hacerme daño cuando nadie lo miraba. Por ejemplo, me tocaba los ojos con sus deditos, tiraba de mi cabello cada vez que podía, o intentaba tirar mi plato si estaba a su alcance. Yo me quejaba de su comportamiento, pero mamá y papá decían que debía ser más tolerante, porque yo era la mayor y todo eso. Así que lo único que me quedó por hacer fue esperar a que creciera y, en teoría, se volviera más consciente.
Pasó el tiempo, pero las cosas no mejoraron. Claro, ya no podía morderme ni nada parecido, como solía hacer cuando era un bebé. Pero, de todas maneras, mis padres no me apoyaban. Simplemente adoraban a Ricky, lo consideraban un niño muy bueno. Le iba bien en la escuela y nadie se quejaba de él…
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