No tiene sentido engañarse. Esto no es culpa de Puigdemont, ni de Otegi y ni siquiera del claudicante PSOE.
Todo pasa porque en julio de 2023 más de 12 millones de españoles, a los que les falta un verano y viven en el resentimiento social o en el sectarismo político, votaron a favor de un sujeto sin escrúpulos apellidado Sánchez.
Ese tipo, amoral y presumido, lleva cinco años destrozando España porque le hemos dejado.
Le permitimos perpetrar una moción de censura asociado a proetarras, golpistas y a todos los ladrones de la Península. Le consentimos santificar al chavista Iglesias, indultar a Junqueras, humillar a la víctimas de ETA, promulgar leyes desquiciadas, encerrarnos en casa, colocar a sus secuaces en cada institución del Estado y hasta atar al ‘pesebre sanchista’ a la mayoría de los periodistas y medios de comunicación.
Y ahora, convencido de si mea en la chepa al sumiso pueblo español habrá un nutrido contingente de paisanos dispuesto a proclamar que llueve, se apresta a amnistiar a los delincuentes del ‘procés’ separatista catalán, a instaurar vía decreto ley la existencia de VIPs y ciudadanos de segunda, y a abrir la vía del referéndum separatista, para que esta Nación milenaria se vaya a la mierda.
Llegados a este punto y viendo lo que se avecina, la pregunta es muy clara: ’¿Qué hacer?’
Habrá quien se resigne, quien tire la toalla y asuma que no queda otra que optar por el cuerpo a tierra, pegar la barriga al suelo y apretar las nalgas, para que el calvario sea menos doloroso.
No es nuestro caso. Ni el de mucha gente de bien.
Ver el pasado sábado a Esperanza Aguirre corretear por la calle Ferraz de Madrid, animando a los patriotas que acudieron a protestar ante la blindada sede del PSOE, anima bastante.
Si eres un político tienes que dar ejemplo.
Y eso de ‘nosotros no somos como ellos’, tras el que se escudan muchos de los representantes del centroderecha para camuflar su tibieza e inacción, es ridículo.
¡Claro que no somos como ellos!
¡Somos mejores!
¡Y más malos! ¡Y más cabrones llegado el caso!
Y por eso hay que salir a la calle, como ha hecho Esperanza Aguirre.
Y recordar al Tito Berni y a su recua de ‘diputeros’, adictos a la Viagra, a la coca y a las cenan pantagruélicas.
Y restregarles día y noche sus apaños con los herederos de los que asesinaban a sus compañeros y con los racistas que les insultan desde TV3.
Y pensando en Europa y en el Mundo, quizá habría que ir preparando ya un boicot institucional radical.
No ir siquiera a votar, cuando intenten aprobar en el Congreso sus ilegales amnistías o sacar adelante la investidura de Sánchez.
Que en las fotos y las tomas de televisión se vean los escaños vacíos, que se note que al menos la mitad e España no está dispuesta a tragar.
Todo pasa porque en julio de 2023 más de 12 millones de españoles, a los que les falta un verano y viven en el resentimiento social o en el sectarismo político, votaron a favor de un sujeto sin escrúpulos apellidado Sánchez.
Ese tipo, amoral y presumido, lleva cinco años destrozando España porque le hemos dejado.
Le permitimos perpetrar una moción de censura asociado a proetarras, golpistas y a todos los ladrones de la Península. Le consentimos santificar al chavista Iglesias, indultar a Junqueras, humillar a la víctimas de ETA, promulgar leyes desquiciadas, encerrarnos en casa, colocar a sus secuaces en cada institución del Estado y hasta atar al ‘pesebre sanchista’ a la mayoría de los periodistas y medios de comunicación.
Y ahora, convencido de si mea en la chepa al sumiso pueblo español habrá un nutrido contingente de paisanos dispuesto a proclamar que llueve, se apresta a amnistiar a los delincuentes del ‘procés’ separatista catalán, a instaurar vía decreto ley la existencia de VIPs y ciudadanos de segunda, y a abrir la vía del referéndum separatista, para que esta Nación milenaria se vaya a la mierda.
Llegados a este punto y viendo lo que se avecina, la pregunta es muy clara: ’¿Qué hacer?’
Habrá quien se resigne, quien tire la toalla y asuma que no queda otra que optar por el cuerpo a tierra, pegar la barriga al suelo y apretar las nalgas, para que el calvario sea menos doloroso.
No es nuestro caso. Ni el de mucha gente de bien.
Ver el pasado sábado a Esperanza Aguirre corretear por la calle Ferraz de Madrid, animando a los patriotas que acudieron a protestar ante la blindada sede del PSOE, anima bastante.
Si eres un político tienes que dar ejemplo.
Y eso de ‘nosotros no somos como ellos’, tras el que se escudan muchos de los representantes del centroderecha para camuflar su tibieza e inacción, es ridículo.
¡Claro que no somos como ellos!
¡Somos mejores!
¡Y más malos! ¡Y más cabrones llegado el caso!
Y por eso hay que salir a la calle, como ha hecho Esperanza Aguirre.
Y recordar al Tito Berni y a su recua de ‘diputeros’, adictos a la Viagra, a la coca y a las cenan pantagruélicas.
Y restregarles día y noche sus apaños con los herederos de los que asesinaban a sus compañeros y con los racistas que les insultan desde TV3.
Y pensando en Europa y en el Mundo, quizá habría que ir preparando ya un boicot institucional radical.
No ir siquiera a votar, cuando intenten aprobar en el Congreso sus ilegales amnistías o sacar adelante la investidura de Sánchez.
Que en las fotos y las tomas de televisión se vean los escaños vacíos, que se note que al menos la mitad e España no está dispuesta a tragar.
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