• hace 2 años
Anda histérica la ‘Brunete Pedrete Periodística’, ante la negativa de los españoles de bien a dejar que su jefe, el inefable Pedro Sánchez, asalte el Poder Judicial, para pavimentar el camino a los golpistas catalanes y los proetarras vascos que lo mantienen en La Moncloa.
Y claman los bien pagados fariseos de LaSexta, la Cadena SER, El País y demás felpudos sanchistas contra la ‘irrespirable crispación’ que se vive en España, y muy particularmente en el Parlamento y el Tribunal Constitucional.
Cuando alguien recordó en el Congreso que la pareja de Pablo Iglesias es ministra gracias a Iglesias, quien seleccionó uno a uno a los ministros de Podemos, exigió a Sánchez nombrarlos y los presentó en sociedad antes que el propio presidente; los que insultaban a Ana Botella por ser la mujer de Aznar, hablaron de ‘violencia política’.
Cuando una diputada de VOX aludió como ‘proetarras’ a los herederos de los asesinos de ETA socios del Gobierno PSOE-Podemos, la expulsaron de la tribuna, los mismos que llaman ‘tejeros’ a los jueces.
Y ahora acusan de golpistas a los miembros del Constitucional, que no parecen dispuestos a tragar con el ‘golpe’ a plazos que impulsa Sánchez.
El ruido suele ser el maquillaje de la ignorancia.
Pero ya está bien. Hay que poner pie en pared, salir a defender la democracia y llamar a las cosas por su nombre.
No son ‘progresistas’ los magistrados del Constitucional pastoreados por el infame Conde Pumpido. Son ‘sanchistas’.
No hay pacificación de Cataluña, sino claudicación.
Desde 2004 toda la crispación, la aspereza y la degradación han venido de la misma trinchera: fue Zapatero quien estrenó la estrategia pidiendo ‘tensión’ a Iñaki Gabilondo, como pilló un micrófono indiscreto de la SER.
Fue el PSOE, alentado por los García Ferreras y compadres, quien acosó las sedes del PP tras el atentado islamista del 11M; y han sido podemitas, socialistas, independentistas y bilduetarras quienes han convertido el escrache, la cancelación del adversario, el recorte de libertades, la imposición de una moral delirante y los cordones sanitarios en su caja de herramientas para asaltar las instituciones.
En España han ardido las calles por un perro muerto de ébola; se ha rodeado el Congreso; se ha linchado a policías en supuestas ‘marchas de la dignidad’ y se ha llamado ‘jarabe democrático’ al ataque físico al discrepante, sea político, juez o periodista.
Y todo ello mientras se blanqueaba la violencia real, la terrorista y la golpista, o se incluía en el Gobierno de España a un partido cuyo líder cobraba de los ayatolás iraníes y de los torturadores chavistas y se promulgaban leyes al dictado de proetarras y golpistas.
Vale ya… ¿No?
Pues a por ellos, que somos más y tenemos razón.

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