No hace ni dos meses que se montó una escandalera en el gallinero progre, cuando el genial Mario Vargas Llosa afirmó que lo importante no es votar, sino votar bien, porque los países que no lo hacen pagan un alto precio por ello.
Como no podía ser de otra manera, desde LaSexta, La Cadena SER, El País, el PSOE y Podemos, salieron en tromba contra nuestro Premio Nobel, afirmando solemnes que el pueblo nunca se equivoca.
Yo me pregunto si no hubiera sido mejor para ellos y para el mundo que los alemanes no hubieran votado masivamente a favor de Hitler en 1932 o que los venezolanos lo no lo hubieran hecho por Hugo Chávez en 1998.
Claro que la ciudadanía puede fallar ante las urnas y estrepitosamente, y que después le sale caro.
Aquí tenemos claros ejemplos. Qué les pregunten a los barceloneses por Ada Colau o a muchos vascos, los que no están moralmente enfermos, por todos esos ayuntamientos donde mandan los proetarras de Bildu.
Tenemos al vago Alberto Garzón prohibiendo la chuleta y jugando a las muñecas desde el Ministerio de Consumo y a la inepta Irene Montero gastando a manos llenas en chorradas, porque hubo muchos españoles que en los comicios optaron por Podemos o por el PSOE.
En cualquier caso y pensando en próximas citas, tengan todos muy presente que lo que se vota se disfruta o se padece y que como repita Sánchez, este país llamado España, donde antes se podía estudiar en español en todas las regiones y si se metían unos okupas en tu casa los echaba a guantazos la Guardia Civil en lugar de protegerlos, se va por el desagüe.
Dicen los sondeos, en concreto el BARÓMETRO DE GAD3 que publica ABC, que el centro-derecha termina 2021 con una mayoría de más de 178 escaños y que, si hoy hubiera elecciones generales, los socialistas no llegarían a los 100 diputados y los de Podemos se quedarían por debajo del 10 %.
VOX parece haberse afianzando en el conjunto de España, con una estimación de voto del 17 por ciento y 56 escaños, lo que permitiría a Santiago Abascal exigir a Pablo Casado un gobierno de coalición.
La economía pinta mal, los precios están disparados, crece la inflación, los fondos europeos sólo están arreglándoles las cuentas a los amigos y socios del Gobierno, pero es muy probable que Sánchez haga malabares para llegar a finales de 2023.
Y mientras tanto, fiel a su estilo y consciente de que los votantes de izquierda se tragan cualquier cosa, seguirá usando el Falcón, que pagamos todos, para ir a actos del PSOE, convocando apariciones en televisión sin sustancia y abrazado a los amigos de los terroristas de ETA y a los xenófobos que apedrean a un niño de cinco años en Cataluña, porque su familia exige que se cumpla la Ley y le den un 25% de clases en castellano.
Estamos en el peor momento, con los peores ministros, el peor Gobierno y el presidente más nefasto de la Historia.
Viendo a Sánchez, resulta difícil imaginar un ejercicio mayor de inanidad y a la vez de irresponsabilidad, pero hay gente para todo y más tontos que botellines.
Como no podía ser de otra manera, desde LaSexta, La Cadena SER, El País, el PSOE y Podemos, salieron en tromba contra nuestro Premio Nobel, afirmando solemnes que el pueblo nunca se equivoca.
Yo me pregunto si no hubiera sido mejor para ellos y para el mundo que los alemanes no hubieran votado masivamente a favor de Hitler en 1932 o que los venezolanos lo no lo hubieran hecho por Hugo Chávez en 1998.
Claro que la ciudadanía puede fallar ante las urnas y estrepitosamente, y que después le sale caro.
Aquí tenemos claros ejemplos. Qué les pregunten a los barceloneses por Ada Colau o a muchos vascos, los que no están moralmente enfermos, por todos esos ayuntamientos donde mandan los proetarras de Bildu.
Tenemos al vago Alberto Garzón prohibiendo la chuleta y jugando a las muñecas desde el Ministerio de Consumo y a la inepta Irene Montero gastando a manos llenas en chorradas, porque hubo muchos españoles que en los comicios optaron por Podemos o por el PSOE.
En cualquier caso y pensando en próximas citas, tengan todos muy presente que lo que se vota se disfruta o se padece y que como repita Sánchez, este país llamado España, donde antes se podía estudiar en español en todas las regiones y si se metían unos okupas en tu casa los echaba a guantazos la Guardia Civil en lugar de protegerlos, se va por el desagüe.
Dicen los sondeos, en concreto el BARÓMETRO DE GAD3 que publica ABC, que el centro-derecha termina 2021 con una mayoría de más de 178 escaños y que, si hoy hubiera elecciones generales, los socialistas no llegarían a los 100 diputados y los de Podemos se quedarían por debajo del 10 %.
VOX parece haberse afianzando en el conjunto de España, con una estimación de voto del 17 por ciento y 56 escaños, lo que permitiría a Santiago Abascal exigir a Pablo Casado un gobierno de coalición.
La economía pinta mal, los precios están disparados, crece la inflación, los fondos europeos sólo están arreglándoles las cuentas a los amigos y socios del Gobierno, pero es muy probable que Sánchez haga malabares para llegar a finales de 2023.
Y mientras tanto, fiel a su estilo y consciente de que los votantes de izquierda se tragan cualquier cosa, seguirá usando el Falcón, que pagamos todos, para ir a actos del PSOE, convocando apariciones en televisión sin sustancia y abrazado a los amigos de los terroristas de ETA y a los xenófobos que apedrean a un niño de cinco años en Cataluña, porque su familia exige que se cumpla la Ley y le den un 25% de clases en castellano.
Estamos en el peor momento, con los peores ministros, el peor Gobierno y el presidente más nefasto de la Historia.
Viendo a Sánchez, resulta difícil imaginar un ejercicio mayor de inanidad y a la vez de irresponsabilidad, pero hay gente para todo y más tontos que botellines.
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