• hace 4 años
CHUCHO

Tenía la cabeza pelona de tanto rascarse.
Se bañaba cada vez que se sentía muerto por tanta mosca.
El estómago que es cruel cuando no es mimado,
gustaba de entrar en conflicto y el en su defensa,
roía cual pedazo de hueso sin carne encontrara.
En las noches sin lunas cuando el frío toca los huesos,
si su suerte le sonreía,
dormía bajo el calorcito de un motor de auto recién apagado.
Le llamaban Suertudo, y por eutanasia social era un perro callejero.
Y siacabuche
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