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00:00Buenos días. Paseo tranquilamente por una acera de Palma. De repente, un hombre se apea
00:05de una de las decenas de caravanas alineadas en la vía pública y empieza a lavarse afanosamente
00:09los dientes en la misma acera. No soy un germófobo escrupuloso como Trump y me queda por contarle
00:15la escena del joven orinando en plenas avenidas en hora punta, pero la imagen de las abluciones
00:20en la acera no me parece tan poco ideal para Palma.
00:24Me alegro coincidir por una vez al respecto con Jaime Martínez. Las caravanas no son
00:29la solución al indiscutible problema habitacional de la ciudad. Al contrario, las caravanas
00:34only presentes han empeorado el problema. Entiendo o intento entender el romanticismo
00:39de quienes se aferran a las caravanas como un símbolo de aventura, por cierto que importado
00:44y por tanto vendido por los estadounidenses. Sin embargo, las zonas de Palma colapsadas
00:49por los vehículos gigantescos generan una sensación opresiva y sobre todo los idealistas
00:55que defienden las caravanas deberían recordar la trampa que encierran. No se ofertan como
01:00una opción, sino como una obligación. No te quejes de que no encuentras casa, puedes
01:05acceder a una caravana o a una tienda de campaña en un parque.