Son atletas de alto nivel, pero subir un solo escalón puede ser un desafío para ellos. El judoca Shugaa Nashwan es ciego y Alhassane Baldé es parapléjico pero corre en silla de ruedas.
El corredor de competiciones en silla de ruedas parapléjico, Alhassane Baldé y el judoca, Shugaa Nashwan, que es ciego son dos atletas excepcionales. Pero para ellos subir un solo escalón puede ser un verdadero desafío. Mientras que Alhassane lucha por su cuarta participación en los Juegos Paralímpicos de Tokio y por lo tanto su última oportunidad de una medalla, Shugaa sueña con sus primeros Juegos Paralímpicos. Pero antes de que el "sueño de toda la vida” de Shugaa se haga realidad, el judoca enfrenta un desafío adicional y mucho mayor en un viaje a Yemen. Devastado por la guerra experimenta la catástrofe humanitaria de su país natal destruido por el conflicto.
El corredor de carreras en silla de ruedas Alhassane, por otro lado, no ha estado en su país natal, Guinea, desde hace 17 años, donde casi perdió la vida al nacer. El niño parapléjico creció en Alemania con sus padres adoptivos. "Si me hubiese quedado en Guinea, no habría llegado a los cinco años", dice este hombre de 35 años. Alhassane aprendió a vivir con su discapacidad y a través de los deportes competitivos encontró una conexión con la sociedad de la que quería formar parte desde pequeño. Sin embargo, el hombre, cuya vida fue sacudida al nacer por el error de un médico, vive separado de su familia biológica en África Occidental hasta el día de hoy.
Después de muchos meses de entrenamiento y preparación, el sueño de participar en los Juegos Paralímpicos no cuaja para el judoka ciego Shugaa. Luego de que su largamente acariciado sueño fracasa, su vida se desmorona, tiene que redefinir sus metas y comienza una fase llena de inquietudes y de lucha consigo mismo.
El corredor de competiciones en silla de ruedas parapléjico, Alhassane Baldé y el judoca, Shugaa Nashwan, que es ciego son dos atletas excepcionales. Pero para ellos subir un solo escalón puede ser un verdadero desafío. Mientras que Alhassane lucha por su cuarta participación en los Juegos Paralímpicos de Tokio y por lo tanto su última oportunidad de una medalla, Shugaa sueña con sus primeros Juegos Paralímpicos. Pero antes de que el "sueño de toda la vida” de Shugaa se haga realidad, el judoca enfrenta un desafío adicional y mucho mayor en un viaje a Yemen. Devastado por la guerra experimenta la catástrofe humanitaria de su país natal destruido por el conflicto.
El corredor de carreras en silla de ruedas Alhassane, por otro lado, no ha estado en su país natal, Guinea, desde hace 17 años, donde casi perdió la vida al nacer. El niño parapléjico creció en Alemania con sus padres adoptivos. "Si me hubiese quedado en Guinea, no habría llegado a los cinco años", dice este hombre de 35 años. Alhassane aprendió a vivir con su discapacidad y a través de los deportes competitivos encontró una conexión con la sociedad de la que quería formar parte desde pequeño. Sin embargo, el hombre, cuya vida fue sacudida al nacer por el error de un médico, vive separado de su familia biológica en África Occidental hasta el día de hoy.
Después de muchos meses de entrenamiento y preparación, el sueño de participar en los Juegos Paralímpicos no cuaja para el judoka ciego Shugaa. Luego de que su largamente acariciado sueño fracasa, su vida se desmorona, tiene que redefinir sus metas y comienza una fase llena de inquietudes y de lucha consigo mismo.
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