• hace 4 años
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¡Hola a todos! Me llamo James. Tengo 17 años, y mi historia demuestra lo cierta que es la frase “cuidado con lo que deseas”. Puede que la persona que deseas resulte ser una sociópata e intente arruinarte la vida. Pero no nos apresuremos.

Todo comenzó con mi inocente deseo de ganar algo de dinero. Tenía 15 y planeaba trabajar con mis amigos como voluntario para un festival de arte en las vacaciones de verano. Necesitaba desesperadamente tener mi propio auto, ya que el festival se encontraba en la otra punta del país. Busqué trabajo, pero al parecer nadie quería contratarme, con excepción de una tienda de belleza en el centro comercial.

Los productos de belleza no me interesaban, pero no tenía elección. ¡Así que acepté! Trabajaba con dos chicas que me enseñaron a maquillar a mis clientes y a mí mismo. Comencé a probar diferentes estilos de maquillaje, solo por diversión. El ojo de gato era mi favorito, ¡parecía un pirata sexi! ¡Y por cierto, las chicas me admiraban!

Como sea, una noche estaba llegando muy tarde a una cena familiar. Era el cumpleaños de mamá y teníamos planeado ir a un restaurante elegante. Llegué con flores y me disculpé. Lo primero que mi papá preguntó fue: “¿Qué te pasó en la cara?”. Me di cuenta de que había olvidado lavarme el esfumado brillante en los ojos. Mi papá me obligó a ir al baño a lavarme.

Cuando regresé a la mesa, mis padres estaban teniendo una acalorada discusión acerca de los derechos LGBTQ. Mamá repetía que papá debería ser más respetuoso, y papá decía que los dos sabían perfectamente cuál era la verdadera razón de esa discusión. Me quedé sorprendido y confundido. Ese silencio incómodo fue interrumpido por un mensaje. Alguien le había enviado un mensaje de feliz cumpleaños a mamá. Papá dijo: “¡Si llamas a la desgracia, la desgracia te llamará!”. Fue la gota que rebalsó el vaso. Mamá se puso muy seria ¡y le dijo a papá que quería el divorcio! Después me abrazó y me besó y se fue.

Le pregunté a papa qué acababa de pasar. Al parecer, mamá llevaba muchos años saliendo en secreto con nuestra vecina Sarah, y papá las había descubierto hacía poco. ¡No podía creer lo que estaba oyendo! Siempre había creído que, si alguien en la familia resultaba ser infiel, de seguro sería mi papá: él coqueteaba con mujeres todo el tiempo… ¡¿Pero mi mamá?! ¡¿Con Sarah?! Los camareros nos t

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