Ciudad de México es un hormiguero en el que se activan alrededor de cincuenta mil personas de los equipos de rescate. A ellos se han sumado una cantidad ingente de ciudadanos de a pie que de forma espontánea se han puesto a ayudar en las labores de desescombro y en la organización del socorro. Cadenas humanas sacan las piedras una a una de los edificios derruidos. Unos piden cubos para extraer escombros, mientras otros reclaman silencio para poder escuchar a las personas atrapadas.
Una oleada de solidaridad, como la que ya se vio en el mortífero terremoto de 1985, invade la ciudad y la población, aunque chocada, se ha activado para ayudar donando medicamentos, agua, comida, mantas…
Muchos dan gracias a Dios por estar vivos, en vista del estado en el que han quedado sus viviendas. “(Hubo) un golpe muy fuerte y (mi casa) se vino abajo. Me puse nerviosa y empecé a llamar a mis hijos para ver como estaban. No pude, entonces puro whasapp. Mi hija estaba atrapada en el tercer piso y una amiga, en el cuarto piso.Nos ayudaron a sacarlas por medio de la siguiente casa que está a un lado por la escalera. Yo le agradezco a mi padre Dios que nos tiene aquí por algo”, explica una mujer muy nerviosa ante su edificio medio hundido.
Entre los voluntarios, unos reclaman ayuda con megáfonos, mientras otros tratan de dirigir el intenso tránsito para permitir el paso de los equipos de socorro y de camiones cargados con militares. Las autoridades han pedido a la población que no regrese a los edificios dañados porque podrían desplomarse debido a las réplicas.
Una oleada de solidaridad, como la que ya se vio en el mortífero terremoto de 1985, invade la ciudad y la población, aunque chocada, se ha activado para ayudar donando medicamentos, agua, comida, mantas…
Muchos dan gracias a Dios por estar vivos, en vista del estado en el que han quedado sus viviendas. “(Hubo) un golpe muy fuerte y (mi casa) se vino abajo. Me puse nerviosa y empecé a llamar a mis hijos para ver como estaban. No pude, entonces puro whasapp. Mi hija estaba atrapada en el tercer piso y una amiga, en el cuarto piso.Nos ayudaron a sacarlas por medio de la siguiente casa que está a un lado por la escalera. Yo le agradezco a mi padre Dios que nos tiene aquí por algo”, explica una mujer muy nerviosa ante su edificio medio hundido.
Entre los voluntarios, unos reclaman ayuda con megáfonos, mientras otros tratan de dirigir el intenso tránsito para permitir el paso de los equipos de socorro y de camiones cargados con militares. Las autoridades han pedido a la población que no regrese a los edificios dañados porque podrían desplomarse debido a las réplicas.
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