Los sopladores de vidrio rumanos luchan por la supervivencia de su oficio

  • hace 11 años
Las piezas de cristal hechas a mano en Rumanía son conocidas en todo el mundo por su calidad y belleza.

El taller Adrian Sistem se encuentra a las afueras de Bucarest. Aquí trabajan diez sopladores de vidrio que aseguran sentirse orgullosos de su oficio y de mantener la tradición de su país.

Fue Petru Stefanescu quien abrió esta fábrica en 1992. Hoy el 80% de sus piezas es exportado a países como México, Estados Unidos, Francia o el Reino Unido.

Stefanescu asegura, sin embargo, que es difícil atraer a las jóvenes generaciones.

“Intentamos atraer a la gente joven contándole nuestra historia, mostrándole nuestro trabajo, explica. Pero a muy pocos les interesa lo que hacemos. A los jóvenes ya nos les interesan las piezas hechas a mano. Además, Rumanía no ha diseñado una política que lleve a los más jóvenes a dedicarse a este tipo de oficios”.

Stefan Hancu lleva 60 años soplando vidrio. Trabaja con tubos de vidrio borosilicato importados de Alemania o de la República Checa. Tras someterlos a una temperatura superior a los 1.500 grados centígrados los convierte en copas, teteras o candeleros.

Para Stefan Hancu, un soplador de vidrio debe tener la precisión de un pianista.

“Son piezas muy delicadas hechas a mano.Tiene que gustarte tu oficio para conseguir hacerlo bien. Tienes que concentrarte en el vidrio, saber cuándo cortar. Tienes que sentirlo”, afirma.

Ionut Malureanu tiene 27 años y asegura sentir pasión por este tipo de arte. Lleva diez años soplando vidrio y hace cinco fue seleccionado por Petru Stefanescu en una escuela profesional para trabajar en su taller.

A pesar de la crisis, el año pasado Adrian Sistem vendió piezas por un valor de 400.000 euros. Pero Stefanescu insiste en que si las jóvenes generaciones no perpetuan la profesión, la industria del vidrio en Rumanía podría verse definitivamente amenazada.

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