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00:00Buenos días. El 23 de noviembre se encendió la iluminación navideña en Palma. En efecto,
00:05hace ya dos meses que Palma se decoraba para una fiesta ininterrumpida desde entonces. El
00:10encendido coincidía prácticamente con el final de la temporada estival. Las Navidades han quedado
00:15incluso arrinconadas por comparación con las festividades concatenadas de Santo Antón y San
00:20Sebastián. Hay jóvenes de todas las edades que llevan una semana de alegría tumultuosa sin
00:26interrupción. Todas las convocatorias han sido un éxito de públicos sin precedentes. De hecho,
00:31la fiesta no ha acabado. Nos hallamos en el paréntesis de recuperación previo a los
00:36carnavales. Y desde allí nos zambulliremos directamente en el verano. Entre medias se
00:41nos colará alguna celebración del Real Mallorca y el futbol sala, el nuevo deporte nacional. Y
00:47del verano, como éxtasis del negocio de la juerga, ¿qué les vamos a contar? La fiesta ha pasado de
00:53ser la excepción a imponerse como norma. El calendario, sobre todo en Mallorquín, se ha
00:58convertido en una enorme celebración con algunos días preservados para recuperarse de la resaca. No
01:05hace falta licenciarse en psicología para determinar que la fiesta continua es una
01:10forma de huida colectiva. Y la pregunta surge inmediata ¿de qué huyen los mallorquines?