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El consumo de alcohol puede ser especialmente peligroso para los jóvenes por su impacto en el cerebro, que sigue desarrollándose al menos hasta los 25 años.

Durante este periodo, el cerebro experimenta cambios cruciales, como la eliminación de sinapsis y el fortalecimiento de las conexiones neuronales.

El alcohol puede interferir en este proceso, poniendo en peligro el desarrollo cognitivo y emocional.

El cerebro adolescente, impulsado por el sistema límbico, es más propenso a asumir riesgos, mientras que el córtex prefrontal, responsable del autocontrol, aún está madurando.

Esto explica por qué los jóvenes son más vulnerables a los efectos del alcohol, tanto en términos de impulsividad como de dependencia.

Estudios demuestran que el consumo precoz de alcohol provoca una disminución de la materia gris y un desarrollo inadecuado de la materia blanca, que perjudica la comunicación neuronal.

Además, los jóvenes que beben corren un mayor riesgo de desarrollar dependencia del alcohol en el futuro, sobre todo si hay antecedentes familiares de abuso de alcohol.

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