El papa Urbano II inicia las Cruzadas (1095)

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Llamamiento a los cristianos de Europa para emprender una cruzada que libere Jerusalén y otros lugares santos del dominio musulmán durante el Concilio de Clermont, uno de los eventos más significativos de la historia medieval, marcado por la proclamación de la Primera Cruzada.

Este concilio, celebrado en noviembre de 1095 y convocado por el Papa Urbano II en la ciudad de Clermont, ubicada en la región de Auvernia, en el centro de Francia, fue el escenario en el que se proclamó la Primera Cruzada, una expedición militar con el objetivo de liberar los territorios sagrados de Tierra Santa del control musulmán.

Para entender la importancia del Concilio de Clermont, es necesario situarlo en el contexto de la Europa del siglo XI. En esta época, la cristiandad estaba marcada por una fuerte espiritualidad y una creciente devoción popular, pero también por un escenario de fragmentación política y constantes conflictos internos. La expansión musulmana había avanzado significativamente en los últimos siglos, amenazando las fronteras del mundo cristiano, especialmente en la Península Ibérica y en la región oriental del Imperio Bizantino.

El Imperio Bizantino, que había sido una de las principales potencias cristianas durante siglos, se encontraba bajo una gran presión por las incursiones de los turcos selyúcidas, que habían tomado control de vastos territorios, incluyendo Anatolia, una región crucial para Bizancio. Ante esta situación, el emperador bizantino Alejo I Comneno solicitó ayuda a Occidente para defender su imperio de la amenaza musulmana. Esta petición llegó al Papa Urbano II, quien vio en ella una oportunidad para ayudar a un imperio cristiano en apuros, y para unir a la cristiandad occidental bajo un propósito común y, al mismo tiempo, fortalecer la autoridad papal en un momento en el que la Iglesia estaba intentando afirmar su primacía sobre los poderes laicos.

El Concilio de Clermont fue convocado inicialmente para tratar varios asuntos internos de la Iglesia, como la reforma del clero y la disciplina eclesiástica, temas que eran recurrentes en los sínodos de la época.

El discurso de Urbano II fue un momento culminante del concilio. Aunque no se conserva una versión literal del discurso, varios cronistas de la época, como Fulquerio de Chartres y el monje Roberto el Monje, han registrado versiones que, aunque varían en detalles, coinciden en su mensaje central. Urbano II apeló a los sentimientos religiosos de su audiencia, describiendo las atrocidades que supuestamente sufrían los cristianos en Tierra Santa bajo el dominio musulmán y enfatizando la necesidad de liberar los lugares santos para garantizar el acceso de los peregrinos cristianos.

El Papa también prometió indulgencias plenarias a todos aquellos que tomaran la cruz y participaran en la expedición, lo que significaba la remisión completa de sus pecados.

El discurso fue recibido con gran entusiasmo por los asistentes al concilio. La famosa exclamación "Deus vult!" ("¡Dios lo q

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00:00¡Oh raza de los francos! Raza amada y elegida por Dios. De los confines de
00:07Jarusalén y de Constantinopla ha llegado la grave noticia de que una
00:12raza maldita, totalmente alejada de Dios, ha invadido violentamente las tierras de
00:20estos cristianos y las ha despoblado mediante el pillaje y el fuego. Se han
00:26llevado a una parte de los cautivos a su propio país y a otra parte la han matado
00:33con crueles torturas. Destruyeron los altares después de haberlos profanado
00:40con su inmundicia. El reino de los griegos está ahora desmembrado por ellos y ha
00:47sido privado de un territorio tan vasto en extensión que no podría ser
00:53atravesado en dos meses. Entonces, ¿sobre quién recae la labor de vengar estos
00:59agravios y de recuperar este territorio sino sobre ti? Tú, a quien por encima de
01:07todos los demás Dios ha conferido notable gloria en las
01:11armas, gran valentía y fuerza para humillar las cabezas de aquellos que se
01:18resisten. Que las hazañas de vuestros antepasados os alienten, la gloria y la
01:26grandeza de Carlomagno y de vuestros otros monarcas. Que el santo sepulcro de
01:33nuestro Señor y Salvador, ahora en poder de naciones inmundas, os despierte y los
01:40santos lugares que ahora están manchados de contaminación. Que ninguna de vuestras
01:47posesiones os retenga, ni la ansiedad por vuestros asuntos familiares, porque esta
01:55tierra que ahora habitáis, cerrada por todos lados por el mar y las cumbres de
02:01las montañas, es demasiado estrecha para vuestra numerosa población. Apenas
02:08proporciona alimento suficiente para sus cultivadores. Por eso os matáis y os
02:14devoráis unos a otros, os hacéis la guerra y muchos de vosotros perecéis en
02:21luchas civiles. Que desaparezca pues el odio entre vosotros, que cesen vuestras
02:29sencillas. Entrad en el camino del santo sepulcro, arrebatad esa tierra a una raza
02:37perversa y sometedla a vosotros. Jerusalén es una tierra fructífera
02:44sobre todas las demás, un paraíso de delicias. Esa ciudad real, situada en el
02:52centro de la tierra, os implora que acudáis en su ayuda.
02:58Emprended este viaje con impaciencia para la remisión de vuestros pecados y
03:04aseguraos la recompensa de una gloria imperecedera en el reino de los cielos.
03:11Dios lo quiere.

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