Volvemos a glosar al genial David Bronstein (1924-2006) en una victoria muy brillante contra el campeón del mundo Mijaíl Botvínik, a quien estuvo a punto de destronar (el empate al final del duelo, 12-12, favorecía al poseedor del título). Con una serie de golpes consecutivos muy certeros, Bronstein provoca el error decisivo de su rival en la jugada 32, y remata con gran belleza.
Uno de los temas de conversación favoritos de Bronstein era la mezcla de arte, ciencia y deporte en el ajedrez. Si se hiciera una encuesta entre todos los aficionados que hayan estudiado sus partidas, seguro que la gran mayoría lo catalogará como artista. Él también se sentía como tal, aunque daba mucha importancia a los aspectos deportivos, y abogaba por acelerar los ritmos de juego para que los torneos fueran más espectaculares. Pero, incluso con cadencias lentas, él siempre hacía vibrar al público.
Uno de los temas de conversación favoritos de Bronstein era la mezcla de arte, ciencia y deporte en el ajedrez. Si se hiciera una encuesta entre todos los aficionados que hayan estudiado sus partidas, seguro que la gran mayoría lo catalogará como artista. Él también se sentía como tal, aunque daba mucha importancia a los aspectos deportivos, y abogaba por acelerar los ritmos de juego para que los torneos fueran más espectaculares. Pero, incluso con cadencias lentas, él siempre hacía vibrar al público.
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