Como editora en jefe de la revista Expansión y luego como directora de todas las revistas femeninas del grupo, Bárbara Anderson vivía a mil por hora, con agendas repletas y una vida milimétricamente planeada, hasta que nació su primer hijo, Lucca, con parálisis cerebral.
A partir de ese día, su vida cambió para siempre. Dejó de ser la profesional obsesionada con el trabajo y con matarse para llegar a los resultados.
“Cuando uno tiene un hijo con discapacidad aprende a esto, a que es lo que hay y hay que vivir con lo que se tiene y con lo que pase en ese día. Eso me ayudó mucho a no generar tantas expectativas, no planear a largo plazo” dice.
Agrega: “Cuando tienes alguien con una discapacidad, las cosas siempre cambian: o tiene un ataque de epilepsia o tienes que internarlo, se enfermó… hay mil otras variables que no puedes manejar. Cuando no lo puedes manejar, hay que vivir con lo que hay. Y eso, la verdad es una excelente recomendación para esta época de contingencia.”
A partir de ese día, su vida cambió para siempre. Dejó de ser la profesional obsesionada con el trabajo y con matarse para llegar a los resultados.
“Cuando uno tiene un hijo con discapacidad aprende a esto, a que es lo que hay y hay que vivir con lo que se tiene y con lo que pase en ese día. Eso me ayudó mucho a no generar tantas expectativas, no planear a largo plazo” dice.
Agrega: “Cuando tienes alguien con una discapacidad, las cosas siempre cambian: o tiene un ataque de epilepsia o tienes que internarlo, se enfermó… hay mil otras variables que no puedes manejar. Cuando no lo puedes manejar, hay que vivir con lo que hay. Y eso, la verdad es una excelente recomendación para esta época de contingencia.”
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