• 5 năm trước
Esta es Rocío. Su historia es algo triste, tiene que ver con el divorcio reciente de sus padres. Sus padres estuvieron casados 20 años, y a los ojos de ella siempre habían sido una pareja ideal. Es cierto que eran muy diferentes, pero le recordaban al caso clásico en el que dos personas se complementan como piezas de un rompecabezas. Su papá era un hombre grande y silencioso, guardaba siempre una sonrisa amable para todos. Su mamá era el extremo opuesto, una persona intensa. Siempre estaba hablando, haciendo algo, riéndose ruidosamente y armando escándalos con cualquiera. ¿Qué tenían en común? A ROCÍO. Ella era hija única, y los dos la adoraban.
Poco después de haber cumplido 15, los padres de Rocío la llamaron para conversar. Ella odiaba todo eso de "Tenemos que hablar", así que se puso nerviosa enseguida. Sus peores ideas se confirmaron cuando escuchó esa horrible frase que todo niño teme: "Decidimos que vamos a divorciarnos. Ya eres una niña grande, esperamos que puedas entendernos". Rocío se mostró muy comprensiva y no les hizo una sola pregunta. Pero algo la molestaba. ¿Cómo fue que no había percibido que ellos ya no se llevaban bien?
De repente, sus vidas se habían convertido en un verdadero infierno. Sus padres iniciaron el proceso como dos personas civilizadas, y así siguieron hasta la división de bienes. Hasta que llegó el momento de repartir su bien más preciado: su hija. Los dos querían que Rocío viviera con ellos, y ninguno tenía pensado ceder. “¿Mamá? ¿Papá?”, pensó Rocío. “¡Sigo siendo una persona, no una cosa! ¿Se les ocurrió preguntarme?”. Sabía que tendría que crecer algún día, pero no esperaba que fuera tan pronto.
Los tres aún vivían juntos, pero ya no era el hogar acogedor de siempre. Pronto, Rocío notó algo que la preocupó mucho. Su mamá intentaba ganarse su afecto de cualquier manera posible. Le compraba cosas caras, la llevaba a spas y a restaurantes y actuaba más como su mejor amiga que como su mamá. Era agradable, pero no a Rocío no le dejaba un buen sabor. Lo peor era que, cuando se quedaban solas, siempre intentaba convencer a Rocío de que su padre era una persona débil o de que estaba demasiado ocupado como para prestarle atención, junto con otras cosas no tan lindas. En cambio, su padre actuaba como si ya hubiera perdido: siempre se veía triste, cenaba solo y la miraba como un perro sin hogar.
Antes de ir a la corte, Rocío oyó algo muy doloroso por accidente. Su mamá y su papá estaban hablando en privado, y ella dijo: "Si testificas que no tienes forma de encargarte de Rocío, te dejaré verla libremente cuando quieras. Si no, te acusaré de violencia y haré todo lo que esté a mi alcance para limitar tu tiempo con ella. Haz lo que digo, ¡sabes que me elegirá a mí!". Rocío se quedó como si la hubiera caído un rayo. Sus ojos se abrieron, y por fin vio lo manipuladora que había sido su madre todo ese tiempo. ¡Y ese chantaje era simplemente horrible! Oyó que su papá cedía para poder tener la posibilidad de verla. Ella estaba

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