A Raimundo solo le queda mirar las excavadoras que han tirado su casa en la Cañada Real. En total son 45.000 viviendas ilegales. Su historia es la misma de tantas personas de cada una de las calles del poblado solo que hoy le ha tocado a él y a su familia. Abogados e infinidad de recursos no han conseguido parar las demoliciones. Las casas son ilegales y es el argumento que se esgrime.
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