• hace 6 años
Al final del Mesolítico, algunos grupos humanos comenzaron a aprovechar más y mejor los recursos que la Naturaleza ponía a su disposición, pasando a una fase de “aprovechamiento controlado” de esos recursos. Como consecuencia, se produce un sedentarismo progresivo que da lugar a asentamientos permanentes de cada grupo en un determinado lugar. Se crea un nuevo concepto de la propiedad de la tierra que se afianza con la construcción de recintos y ciertas construcciones, cuyo destino principal sería el de servir de verdaderas moradas para sus muertos para que quedasen, para siempre, en las tierras que habían conseguido y ya consideraban suyas. Las más antiguas poblaciones campesinas, durante unos 6000 años, desde finales del Mesolítico, a lo largo del Neolítico y hasta bien entrada la Edad del Bronce, construyeron monumentos megalíticos que hoy conocemos como: grandes cistas, dólmenes, sepulcros de corredor, sepulcros de galería o tholoi que parecen ser los exponentes de una gran inversión de medios, trabajo y esfuerzo por parte del grupo que las construyó. Gran parte de estas construcciones funerarias se caracterizaron por la utilización de materiales y técnicas muy diferentes a las utilizadas para las construcciones destinadas a los vivos, sencillas cabañas, en la mayoría de los casos. Entre sus ajuares se detectan útiles de cobre, armas, adornos de oro o cerámicas decoradas que ponían de manifiesto la aparición de sociedades claramente jerarquizadas.

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