¿Cómo se cura una gran herida de guerra?

  • hace 8 años
Madrid, 18 mar (efesalud.com). El general médico, Manuel José Guiote Linares, jefe de la BRISAN del Ejército de Tierra, rememora en este vídeoblog el éxito cicatrizante del 'método español', según el apelativo francés, o cura oclusiva que sana las grandes heridas de metralla y los desgarros músculo esqueléticos que ocasionan las explosiones armamentísticas en el cuerpo de los soldados, técnica que hoy en día sigue vigente en los manuales médicos de la OTAN.

De hecho, los médicos militares españoles utilizan este método en las diferentes misiones en las que participan actualmente o han intervenido en el pasado: 248 heridos de guerra entre prisioneros, civiles y soldados de la coalición internacional.

45 veces en Bosnia (15, 20 y 10); 23 en Albania (7, 10 y 6); 23 en Kosovo (8, 11 y 4); 76 en Irak (30, 32 y 14); 68 en Afganistán (20, 32 y 16); y en 13 ocasiones en el Líbano (6 prisioneros, 4 civiles y 3 soldados de la coalición).

"El método reseca el tejido muerto tanto como se pueda después de limpiarlo, y la herida se tapa con gasa estéril o vaselinada, que sirve de drenaje y estimula el crecimiento del nuevo tejido de granulación. A continuación se inmoviliza la lesión. Si es una fractura abierta, se asegura la parte inferior y superior de la articulación", explica.

Luego se controla temperatura del paciente para observar su evolución.

"Si hay fiebre se abrirá una ventana en el vendaje o yeso para comprobar el estado de la herida. También se analiza la cantidad y la composición del exudado o líquido que rezuma y mancha la inmovilización", refiere.

La cura española ha demostrado gran eficacia a lo largo de la Historia.

"Algo que parecía circunstancial y para salir del paso se reveló como un recurso sanitario que evitó miles de amputaciones y salvó más vidas que la mismísima penicilina", dice con orgullo el general médico Guiote.

Este procedimiento, como cualquier actividad que se convierte en usual o tradicional, tiene su origen en una causa primaria, y el método oclusivo o español, como lo denominaron de forma peyorativa los médicos franceses tras atender a las tropas republicanas que se retiraban por la frontera catalana durante la Guerra Civil Española, surgió por una necesidad, la de salvar piernas o brazos, cuando no vidas.

Todo empezó durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), un conflicto de dimensiones tremendas que ocasionó cuantiosos muertos y heridos de militares: las tropas luso-británicas perdieron casi 50.000 hombres, las francesas cerca de 200.000, a pesar de su potente artillería, y las españolas aproximadamente 250.000, a las que habría que sumar 250.000 bajas entre la población civil.

A estas cifras habría que añadir el escaso número de centros hospitalarios, 11 centros militares con cirugía mayor; que morían el 50% de las personas amputadas sobre todo por sepsis, gangrena o tétanos; que la penicilina se descubrió en 1897, dejando a un lado las propiedades bactericidas de los mohos; y que casi no existían productos para disminuir o eliminar el dolor. Las infecciones hipotecaban el futuro de los heridos.

Y ante un gran sufrimiento se alzan las voces de la experiencia o de la audacia, como la del cirujano militar José Queraltó. Lo esencial de su método era que necesitaba mínimo tiempo y escaso material para emplearlo. La herida evolucionaba bien y se curaba.

La cura española se desarrolló y mejoró durante la Guerra de África (1859 y 1860) y la Guerra del Rif contra Marruecos (1911-1927), donde destacó la gran habilidad del médico Manuel Bastos Ansart, militar que acrecentó su fama en el Hospital Gómez Ulla de Madrid.

Pero fueron dos cirujanos militares, el americano Winett Orr, en la I Guerra Mundial (1914-1918), y Josep Trueta i Raspall, en la Guerra Civil Española (1936-1939), quienes acertaron de pleno al extender la eficacia de este método durante la II Guerra Mundial (1939-1945), ejemplo que también completó con enorme éxito el cirujano Jimeno Vidal en el bando alemán.

Orr lo emplea "como tratamiento correctivo, no preventivo; curaba las infecciones posteriores". Trueta, que lo había puesto en práctica al curar 1.100 heridos republicanos con un 0,5% de complicaciones, lo populariza. Trueta, no sin esfuerzo, ha sido el único profesor de Medicina español en la Universidad de Oxford.

El método ha ido evolucionado y se ha empleado en otros muchos conflictos, pero sin perder su esencia conservadora. A principios del siglo XXI se le han sumado sistemas de succión o vacío para facilitar el exudado y prevenir la entrada de microorganismos infecciosos.

Como conclusión, para el general médico Manuel José Guiote, experto de la OTAN, "la cura española, limpiar, tapar y no tocar mucho, ofrecerá siempre unos resultados magníficos para sanar las heridas de los soldados".

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