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"Nos extrañó que en ninguna frutería de Salamanca vendieran uvas": recuerdos de una Nochevieja inolvidable.

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00:00Hay por lo menos una ciudad de España en la que las doce uvas de fin de año se toman
00:05dos veces, el 31 de diciembre y dos semanas antes, en la noche del penúltimo jueves lectivo,
00:12cuando los estudiantes se reúnen ante el reloj de la Plaza Mayor a tomar doce gominolas
00:17para despedir el año y para despedirse también de sus compañeros de estudios antes de las
00:23vacaciones navideñas. La ciudad de los dos finales de año es Salamanca.
00:29Pero eso no siempre ha sido así. De hecho, las dos tradiciones, la de las uvas y la de
00:34las gominolas, son sin duda bastante recientes en la ciudad. Y me enorgullece proclamar que
00:40mi madre, mis hermanos menores y yo, todos madrileños, fuimos pioneros en la celebración.
00:47Era finales de los años setenta y mi madre acababa de quedarse viuda con tres hijos menores
00:52de edad, la mayor de las cuales era yo. En estas fiestas navideñas, en las que parece
00:59obligado ser felices, se notan especialmente las sillas vacías alrededor de la mesa. Estábamos
01:06tan tristes que durante esos días se nos caía la casa encima. Y por eso mi madre,
01:12nuestra madre, animosa, procuraba sacarnos de nuestro piso de Madrid y llevarnos a pasar
01:17las fiestas fuera, a cualquier parte. En una ocasión decidió que iríamos a pasar
01:23los últimos días del año a Salamanca, una ciudad bonita que tenía muchas cosas que
01:28visitar, muy educativa por tanto para los niños, y en la que no habíamos estado nunca.
01:35Era una Salamanca mucho más sesegada y menos turística que la actual y paseamos dichosos
01:41y juntos por unas calles tranquilas, aprovechando la ocasión para ver los monumentos más importantes.
01:48El 31 de diciembre no quisimos faltar a la tradición de comernos las doce uvas al ritmo
01:53que marcaban las campanadas del reloj de la plaza. Lo que entonces no sabíamos era que
01:59se trataba de una tradición muy madrileña, pero que no se practicaba en todas partes.
02:05Por la mañana intentamos comprar uvas y nos extrañó que ninguna frutería de la ciudad
02:10las había. Quizás era tanta la demanda que se habían agotado, pensamos. Y al final compramos
02:16uvas pasas en una tienda de frutos secos y chucherías. En el hotel que estaba en la
02:22misma plaza preparamos cuatro cucuruchos de papel con doce uvas cada uno. Y cinco minutos
02:29antes de la medianoche salimos de nuestro alojamiento, bien vestidos y bien abrigados,
02:34con nuestros cucuruchos en la mano, dispuestos a celebrar la entrada del año nuevo, confundidos
02:40entre la multitud salmanticense regocijada. La plaza estaba absolutamente desierta y hacía
02:48un frío que pelaba. Una densa niebla difuminaba los contornos e incluso dificultaba la visibilidad
02:55de la esfera del reloj. Pero nada de eso nos arredró. Nos plantamos ante el arco del reloj,
03:01solos en mitad de la noche y de la niebla, y a medida que daban las campanadas fuimos
03:06comiéndonos aplicadamente las doce pasas, un poco ásperas y con tendencia a ñuzgar,
03:13pero que constituían un buen sucedáneo de las uvas tradicionales. Volvimos enseguida
03:19al hotel y aún recuerdo la cara de estupefacción del recepcionista al ver que una señora de
03:25unos cincuenta años, acompañada de una jovencita y dos niños, salía del hotel poco antes
03:31de las doce de la noche para perderse en la niebla y regresar unos minutos después.
03:38Soy incapaz de recordar la fecha exacta, pero tengo la impresión de que el año siguiente
03:43fue bueno, amable y benéfico para nuestra pequeña familia.

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