• hace 5 meses
Amaneció nublado el cielo, húmedo el clima, con las muescas en el suelo de la formidable tormenta que sacudió Pamplona la noche anterior. Las cuadrillas de veteranos y noveles caminaban temprano por las calles camino del almuerzo, la tradición y el entusiasmo. Huevos con jamón y chistorra, magras con tomate, platos de ajoarriero, manitas y otros excesos para la colesterolemia a modo de precalentamiento de la jornada. Es un modo invariable de celebración el sanferminero, el orden en el caos, la fiesta al límite, la vida a muerte y la muerte a risa. Cuando quedaban 120 minutos para descorchar 204 horas de éxtasis ininterrumpido, los uniformes blancos esperaban la unción del pañuelico rojo bautizándose de vino. Las mesas kilométricas se prolongaban por las distintas calles de la ciudad como la imagen presentida de la fiesta infinita.

El alcalde bildutarra, Joseba Asiron (EH/Bildu), recuperó para este año -tras auparse al poder a través de la traicionera moción de censura sostenida por el PSOE- la votación popular para elegir quien lanzaría el chupinazo, y quiso el pueblo -unos tres mil y pico de votos- que fuera Duguna Iriñueko Dantxariak -Dantzaris de Pamplona en casi castellano-, que por lo visto cumplen 75 años promoviendo las tradiciones culturales pamplonesas. A las 12 tres miembros de Duguna -su director Aritz Ibáñez adornado con un pin de la bandera palestina y la mano antiagresiones sexuales- prendieron la mecha y en punto explotó definitivamente la orgía etílica. "Pamplonesas, pamploneses: ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!".

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00:00¡Pamplonesas, Pamploneses!
00:20¡Viva San Fermín!

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