Atenea, tras plantar una semilla, hizo crecer un olivo en una ciudad de Grecia del que podía obtenerse un aceite que servía para cocinar, elaborar ungüentos medicinales o encender una lámpara para deshacer las tinieblas. La ciudad se puso bajo su protección y, en su honor, pasó a llamarse Atenas. Diosa de la sabiduría, la inteligencia, la justicia y la inventiva, fue una de las diosas más queridas de los griegos.
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