• hace 8 meses
Cuando la conciencia de una persona le dice que haga o no algo, lo experimenta a través de las emociones. A veces, estas emociones nos alientan, pero otras veces nos detienen. Seguro que más de una vez te has encontrado en la disyuntiva de tener que decidir entre dos opciones. ¿Le digo a esta amiga que le sienta fatal su nuevo corte de pelo o hago como si pensara lo contrario? Tanteando una y otra, llegas a la conclusión de que lo mejor es analizar cuál es la que estaría bien, la buena, la que no estaría mal. Todo este proceso mental que nos surge a diario con multitud de cuestiones diferentes se debe a la característica que mejor diferencia al ser humano de otros animales: La mayoría de nosotros tenemos conciencia. Esta capacidad de análisis profundo tanto de nuestros actos pasados como de futuros no sólo incluye un sentido general sobre el bien y el mal, sino también la percepción de cómo nuestras acciones afectan a los demás. Así que, solemos conocerla como la voz del interior, como si dentro de nuestra cabeza habitara una boca que nos dicta cada movimiento. Sin embargo, no hay ninguna boca, y no es literalmente una voz. Entonces, ¿qué se supone que es la conciencia? ¿Hay quien no la tiene y hacer el daño continuamente es su norma habitual de vida? ¿Se vive mejor haciendo el mal destruyendo todo lo necesario? Preguntas a responder.

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