Que el humor es terapéutico nos lo podemos imaginar, incluso experimentar. Lo dicen los psicólogos y los humoristas, pero este melillense criado en Albacete, hijo de militar, devorador de libros y cum laude en estereotipos americanos, va un paso más allá: "Muchos compañeros de este oficio, por no decir la mayoría, somos profundos depresivos y el humor es una herramienta maravillosa. A mí me gusta decir que en el avión de la angustia, el humor es la salida de emergencia". Habla del humor como una liturgia, como una potente herramienta contra el dolor: "El día que murió mi padre, que murió entre mis brazos, me fui a actuar. Necesitaba hablar de ello con otras personas". La comparación que ha hecho con la fe es bastante ilustrativa: "Hay gente que soluciona sus problemas yendo a sus mezquitas, iglesias o sinagogas, pero lo mío es el teatro". Ha dedicado su vida a la comedia, pero su currículum es como él: inabarcable. En la biblioteca de Albacete le conocían por haberse leído, literalmente, toda la sección de literatura infantil, estudió derecho y arte dramático, y ha sido guionista, actor, presentador, cuentacuentos, director, productor, incluso ha trabajado en la cárcel. Y, después de todo esto, Mara Torres ha decidido otorgarle el cargo de humorista humanista. Tras una crítica al capitalismo, la crispación y el individualismo actual, también ha sacado tiempo para dedicarle unas palabras a Jane Goodall: "Ella cuenta que los chimpancés tienen una cultura patriarcal y gestionan sus problemas con la violencia, y los bonobos, que son matriarcales y los solucionan con sexo. Ellos son capaces de hacer el amor en todas las posturas, sexo oral entre hombres, entre machos...". Esto es algo reduccionista, lo reconocía el propio Goyo Jiménez, pero hay unos patrones generales que nos invitan a la reflexión: "Cuando cuentas esto la gente se ríe y se pone nerviosa porque nos escandaliza el espectáculo del placer y del amor, pero no el de la violencia".
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