Pedro Sánchez es un caradura muy sobrevalorado.
La mezcla de tenacidad y marrullería con que se sobrepuso a su defenestración en 2016, recuperó el control del PSOE y urdió dos años después, abrazado a los proetarras de Bildu, los golpistas de ERC, los zarrapastrosos de Podemos y los mercachifles del PNV, la moción de censura para desalojar a Rajoy y meterse en La Moncloa, han hecho creer a un montón de pardillos que es un genio político, la versión castiza de Maquiavelo.
Abundan los periodistas a los que la indudable habilidad de Sánchez para sobrevivir a los problemas que él mismo crea, induce a pensar que el tipo es un infalible experto en técnicas electorales y maniobras políticas.
¡Menos lobos Caperucita!
Que se las pinta solo para retorcer la ley, mentir como un bellaco, asaltar instituciones y abusar del cargo, es indiscutible, como lo es que encadena un rosario de pifias, entre las que me atrevo a incluir por su relevancia, la convocatoria de elecciones generales para este tórrido 23 de julio.
A Sánchez y sus gurús les pasará dentro de 53 días, en las urnas, algo parecido a lo que les ocurrió a Renfe y la ministra de Transportes socialista con los trenes de Cantabria: que estaban mal diseñados y no cabían en los túneles.
La clave del sorpresivo adelanto de las generales se basa en la tesis de que, repitiendo los resultados del 28M, este 23J el PP no llega con VOX a la mayoría absoluta y el PSOE y sus compinches podrán reeditar el Gobierno Frankenstein.
Sánchez da por garantizado y con motivo, que tendrá otra vez el respaldo de los aproximadamente 45 escaños que reúnen los ‘periféricos’ de todo pelaje.
Incluidos por supuesto los 5 o 6 del PNV, por muchas contorsiones que hagan ahora esos avariciosos meapilas.
Le bastaría al PSOE, en teoría, subir hasta los 120 diputados y si recoge en generales lo que cosechó en las pasadas municipales, dan las cuentas.
Incuso asumiendo que Podemos y compañía se pegarán otro batacazo.
Pues va a ser que no.
Para empezar, la renuncia de Ciudadanos a presentarse a los comicios, es un chute de 300.000 votos para el PP que premiará la Ley D'Hondt.
Sumen a eso que el personal no funciona igual en municipales que en generales ¿Alguien se traga que en Vigo respaldan igual a Abel Caballero que a Sánchez o en Castilla-La Mancha a Page que a su jefe?
Hay muchas otras cosas, que iré desgranando estos días, pero a botepronto se me ocurre que Abascal, como cabeza de lista y concurriendo en toda España, sacará muchos más votos que los cosechados por VOX el 28M.
En La Moncloa ni se han dado cuenta de que, cuando lleguen los debates televisivos, no estará en el atril su querida Yolanda sino Pablo Iglesias y ese pringado, como activo electoral y recogedor de afectos, está más quemado que la cafetera del Virginiano.
La mezcla de tenacidad y marrullería con que se sobrepuso a su defenestración en 2016, recuperó el control del PSOE y urdió dos años después, abrazado a los proetarras de Bildu, los golpistas de ERC, los zarrapastrosos de Podemos y los mercachifles del PNV, la moción de censura para desalojar a Rajoy y meterse en La Moncloa, han hecho creer a un montón de pardillos que es un genio político, la versión castiza de Maquiavelo.
Abundan los periodistas a los que la indudable habilidad de Sánchez para sobrevivir a los problemas que él mismo crea, induce a pensar que el tipo es un infalible experto en técnicas electorales y maniobras políticas.
¡Menos lobos Caperucita!
Que se las pinta solo para retorcer la ley, mentir como un bellaco, asaltar instituciones y abusar del cargo, es indiscutible, como lo es que encadena un rosario de pifias, entre las que me atrevo a incluir por su relevancia, la convocatoria de elecciones generales para este tórrido 23 de julio.
A Sánchez y sus gurús les pasará dentro de 53 días, en las urnas, algo parecido a lo que les ocurrió a Renfe y la ministra de Transportes socialista con los trenes de Cantabria: que estaban mal diseñados y no cabían en los túneles.
La clave del sorpresivo adelanto de las generales se basa en la tesis de que, repitiendo los resultados del 28M, este 23J el PP no llega con VOX a la mayoría absoluta y el PSOE y sus compinches podrán reeditar el Gobierno Frankenstein.
Sánchez da por garantizado y con motivo, que tendrá otra vez el respaldo de los aproximadamente 45 escaños que reúnen los ‘periféricos’ de todo pelaje.
Incluidos por supuesto los 5 o 6 del PNV, por muchas contorsiones que hagan ahora esos avariciosos meapilas.
Le bastaría al PSOE, en teoría, subir hasta los 120 diputados y si recoge en generales lo que cosechó en las pasadas municipales, dan las cuentas.
Incuso asumiendo que Podemos y compañía se pegarán otro batacazo.
Pues va a ser que no.
Para empezar, la renuncia de Ciudadanos a presentarse a los comicios, es un chute de 300.000 votos para el PP que premiará la Ley D'Hondt.
Sumen a eso que el personal no funciona igual en municipales que en generales ¿Alguien se traga que en Vigo respaldan igual a Abel Caballero que a Sánchez o en Castilla-La Mancha a Page que a su jefe?
Hay muchas otras cosas, que iré desgranando estos días, pero a botepronto se me ocurre que Abascal, como cabeza de lista y concurriendo en toda España, sacará muchos más votos que los cosechados por VOX el 28M.
En La Moncloa ni se han dado cuenta de que, cuando lleguen los debates televisivos, no estará en el atril su querida Yolanda sino Pablo Iglesias y ese pringado, como activo electoral y recogedor de afectos, está más quemado que la cafetera del Virginiano.
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