La diáspora venezolana, archipiélago doliente
La nación venezolana –no me refiero a su organización como república, sino a su genuina expresión como odre en el que se juntan el vino viejo de nuestros ancestros con el vino nuevo que nos asegura contar con raíces– es hoy un archipiélago doliente; mejor aún, somos una diáspora adolorida y sin dolientes.