• hace 5 años
El Papa Francisco afrontaba uno de sus mayores desafíos diplomáticos. Su viaje a Birmania transpira un clima tenso en medio de la crisis de los refugiados musulmanes rohingya. Todos esperaban alguna mención, como en su día hiciera desde los balcones del Vaticano, pero no, la palabra rohingya no se ha oído en ningún momento aunque todos la tuvieran en mente. Sus asesores así se lo han recomendado. Pies de plomo, pues el Papa no quiere represiones contra los cristianos que viven en un país con 135 minorías étnicas distintas. Ni siquiera la jefa de Gobierno, Suu Kyi, ganadora del Premio Nobel de la Paz, a la que la ONU y Estados Unidos culpan de la "limpieza étnica" hacia los rohingyas. Eso sí, ambos reconocen problemas internos. Mientras, los más de 600.000 rohingyas desplazados viven en condiciones de apartheid. No les reconocen como ciudadanos ni Birmania, ni su vecina Bangladesh. Conforman la mayor comunidad de apátridas del mundo.
-Redacción-

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