Una bala, un muerto. John Allen Muhamad, ex militar, era así de preciso en sus disparos. Un francotirador en estado puro que, junto a su hijastro, convirtieron Washington, Virginia y Maryland en una gran reserva de caza humana. Durante tres semanas de octubre, hace ahora siete años, los estadounidenses estuvieron dominados por el terror a la muerte instantánea. Abatían a todo tipo de víctimas: hombres, mujeres, niños de cualquier edad. Lo único que buscaban era tener cerca una salida. Ocultos en el interior del maletero de este coche Muhamad y su cómplice Lee Malvo disparaban su rifle y hacían blanco aunque fuese a más de 700 metros de distancia. Mataron en gasolineras, centros comerciales, en paradas de autobús. Se creían Dios, como dejaron escrito en una nota, hasta que les detuvieron mientras dormían en su coche. Les condenaron por 10 asesinatos. John Muhammad va a ser ejecutado hoy por uno de ellos. Su cómplice cumplirá cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
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