El Plan Cóndor fue un acuerdo suscitado en la década de los 70 y 80 entre los regímenes dictatoriales de América del Sur (Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador) y Estados Unidos.
El plan fue preparado por la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés), para exterminar a la izquierda, erradicar los gobiernos populares y evitar así la repetición de experiencias como la del derrocado Gobierno de Salvador Allende en Chile o la exitosa de Cuba.
Desde la irrupción de los gobiernos revolucionarios y progresistas en varios países de Centro y Sur América, EE.UU. vuelve a desempolvar sus viejos planes adaptándolas a nuevas técnicas no convencionales, pero que en definitiva persigue el mismo propósito: acabar con los gobiernos y la dirigencia de izquierda en todo el continente para retomar el espacio que siempre consideró como ‘patio trasero’.
Las dictaduras acordaron con EE.UU. el seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios con tortura, la desaparición y muerte de personas consideradas subversivas del orden instaurado o contrarias al pensamiento político o ideológico de la burguesía dominante.
El Plan Cóndor resultó una organización clandestina internacional para la práctica del terrorismo de Estado. EE.UU. fue el primer gran responsable ya que sin su consentimiento y apoyo en la Organización de Estados Americanos (OEA) y en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sería imposible para las dictaduras llegar a esos extremos.
Decenas de miles de militantes de izquierda, intelectuales y líderes sindicales fueron torturados y desaparecidos. Hasta hoy se tiene registro exacto de cuántas personas murieron por aquellas acciones. Quienes pudieron salvar sus vidas tuvieron la opción del destierro. Muchos, en su mayoría jóvenes, huyeron hacia países como México, Cuba y algunos países de Europa, principalmente.
Fue apenas en 1992 cuando se encontraron los archivos del horror en una oficina clausurada de la entonces policía paraguaya del dictador Alfredo Stroessner. Los documentos fueron hallados por el abogado Martín Almada, quien también había sido víctima de la dictadura.
Parecían escritos para una película de terror. Los métodos de tortura empleados por aquellas dictaduras tenían marca registrada en EE.UU. Los familiares de las víctimas no olvidan aquellos ‘vuelos de la muerte’, en que los militares y la CIA lanzaban al mar y a los ríos, a decenas de personas de las que más nunca se tuvo noticia.
Muchos investigadores responsabilizan a Henry Kissinger, el entonces secretario de Estado de EE.UU. durante el Gobierno de Richard Nixon, como el autor ideológico de esos crímenes.
Según la profesora e investigadora estadounidense Patrice McSherry quien dio a conocer algunos documentos desclasificados de la CIA, fechado en junio de 1976, ‘dichos planes emanaron en la década de 1960 de la Escuela de las Américas, en el estado de Georgia (suroeste de EE.UU.) y de las Conferencias de Ejércitos Americanos, mediante las cuales Estados Unidos adiestró a los oficiales en acciones ‘preventivas’ (torturas).
Otros Archivos del Terror, revelados en Uruguay, citan al connotado terrorista de origen cubano, Luis Posada Carriles, involucrado en el asesinato del excanciller chileno, Orlando Letelier. Mientras que el agente de la CIA, Michael Townlev, es el autor material del atentado y muerte del general Carlos Prats y su esposa.
Resulta demasiado tiempo que, 41 años después de concebido el Plan Cóndor, aún no se haya hecho justicia y con muchos de los implicados en tan siniestro engendro de muertes y torturas y desapariciones aún se encuentren libres y disfrutando de los pagos recibidos por sus crímenes.
En la Cumbre del Mercado Común del Sur (Mercosur) celebrada el 17 de julio de 2015 en Brasilia (la capital de Brasil), la entonces presidenta de Argentina, Cristina Fernández, prendió las alarmas de los pueblos de la región cuando dijo que se está gestando una nueva Operación Cóndor en contra de los gobiernos populares y las democracias en la región.
Dijo Cristina Fernández: ‘Tal vez ahora se esté pergeñando en algún lugar un nuevo plan, que va a ser más sutil y sofisticado’.
Es importante destacar que los mismos sectores reaccionarios de Estados Unidos y sus lacayos regionales, acostumbrados a hacer riquezas con los recursos de nuestra región, no toleran lo que está pasando en Nuestra América.
El triunfo electoral del presidente venezolano, Hugo Chávez y su prédica revolucionaria de justicia abrió los caminos de los cambios y los procesos de integración que se han vivido en toda la región.
La Operación Cóndor II, resulta en una acción más sutil que la brutalidad de los tanques y las metralletas que ya usaron en los años 70 y 80. Los medios de comunicación, el poder judicial y legislativo y el sicariato de dirigentes achacado al hampa común tal como ha ocurrido en Paraguay, Honduras, Brasil y Venezuela, dan luces de lo que se trata esta
El plan fue preparado por la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés), para exterminar a la izquierda, erradicar los gobiernos populares y evitar así la repetición de experiencias como la del derrocado Gobierno de Salvador Allende en Chile o la exitosa de Cuba.
Desde la irrupción de los gobiernos revolucionarios y progresistas en varios países de Centro y Sur América, EE.UU. vuelve a desempolvar sus viejos planes adaptándolas a nuevas técnicas no convencionales, pero que en definitiva persigue el mismo propósito: acabar con los gobiernos y la dirigencia de izquierda en todo el continente para retomar el espacio que siempre consideró como ‘patio trasero’.
Las dictaduras acordaron con EE.UU. el seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios con tortura, la desaparición y muerte de personas consideradas subversivas del orden instaurado o contrarias al pensamiento político o ideológico de la burguesía dominante.
El Plan Cóndor resultó una organización clandestina internacional para la práctica del terrorismo de Estado. EE.UU. fue el primer gran responsable ya que sin su consentimiento y apoyo en la Organización de Estados Americanos (OEA) y en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sería imposible para las dictaduras llegar a esos extremos.
Decenas de miles de militantes de izquierda, intelectuales y líderes sindicales fueron torturados y desaparecidos. Hasta hoy se tiene registro exacto de cuántas personas murieron por aquellas acciones. Quienes pudieron salvar sus vidas tuvieron la opción del destierro. Muchos, en su mayoría jóvenes, huyeron hacia países como México, Cuba y algunos países de Europa, principalmente.
Fue apenas en 1992 cuando se encontraron los archivos del horror en una oficina clausurada de la entonces policía paraguaya del dictador Alfredo Stroessner. Los documentos fueron hallados por el abogado Martín Almada, quien también había sido víctima de la dictadura.
Parecían escritos para una película de terror. Los métodos de tortura empleados por aquellas dictaduras tenían marca registrada en EE.UU. Los familiares de las víctimas no olvidan aquellos ‘vuelos de la muerte’, en que los militares y la CIA lanzaban al mar y a los ríos, a decenas de personas de las que más nunca se tuvo noticia.
Muchos investigadores responsabilizan a Henry Kissinger, el entonces secretario de Estado de EE.UU. durante el Gobierno de Richard Nixon, como el autor ideológico de esos crímenes.
Según la profesora e investigadora estadounidense Patrice McSherry quien dio a conocer algunos documentos desclasificados de la CIA, fechado en junio de 1976, ‘dichos planes emanaron en la década de 1960 de la Escuela de las Américas, en el estado de Georgia (suroeste de EE.UU.) y de las Conferencias de Ejércitos Americanos, mediante las cuales Estados Unidos adiestró a los oficiales en acciones ‘preventivas’ (torturas).
Otros Archivos del Terror, revelados en Uruguay, citan al connotado terrorista de origen cubano, Luis Posada Carriles, involucrado en el asesinato del excanciller chileno, Orlando Letelier. Mientras que el agente de la CIA, Michael Townlev, es el autor material del atentado y muerte del general Carlos Prats y su esposa.
Resulta demasiado tiempo que, 41 años después de concebido el Plan Cóndor, aún no se haya hecho justicia y con muchos de los implicados en tan siniestro engendro de muertes y torturas y desapariciones aún se encuentren libres y disfrutando de los pagos recibidos por sus crímenes.
En la Cumbre del Mercado Común del Sur (Mercosur) celebrada el 17 de julio de 2015 en Brasilia (la capital de Brasil), la entonces presidenta de Argentina, Cristina Fernández, prendió las alarmas de los pueblos de la región cuando dijo que se está gestando una nueva Operación Cóndor en contra de los gobiernos populares y las democracias en la región.
Dijo Cristina Fernández: ‘Tal vez ahora se esté pergeñando en algún lugar un nuevo plan, que va a ser más sutil y sofisticado’.
Es importante destacar que los mismos sectores reaccionarios de Estados Unidos y sus lacayos regionales, acostumbrados a hacer riquezas con los recursos de nuestra región, no toleran lo que está pasando en Nuestra América.
El triunfo electoral del presidente venezolano, Hugo Chávez y su prédica revolucionaria de justicia abrió los caminos de los cambios y los procesos de integración que se han vivido en toda la región.
La Operación Cóndor II, resulta en una acción más sutil que la brutalidad de los tanques y las metralletas que ya usaron en los años 70 y 80. Los medios de comunicación, el poder judicial y legislativo y el sicariato de dirigentes achacado al hampa común tal como ha ocurrido en Paraguay, Honduras, Brasil y Venezuela, dan luces de lo que se trata esta
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