Donald Trump ha empezado a desmantelar el legado de su predecesor en la lucha contra el cambio climático. El presidente estadounidense ha firmado el decreto sobre independencia energética, que ordena reexaminar el ‘Clean Power Plan’ de Barack Obama, que impone a las centrales térmicas reducir sus emisiones de CO2.
“Mi Administración está poniendo fin a la guerra contra el carbón, el carbón limpio… Con la acción ejecutiva de hoy, estoy tomando medidas históricas para levantar las restricciones a la energía estadounidense, para acabar con la intrusión del Gobierno y con la destrucción de empleo”, ha declarado Trump.
Las centrales a carbón producen un tercio de la electricidad en Estados Unidos, casi lo mismo que el gas natural y por delante de las centrales nucleares e hidroeléctricas, aunque el sector está en declive. Los expertos no creen que el decreto de Trump vaya a suponer un renacer de la industria del carbón.
Sus detractores alertan sobre los riesgos para la salud y el medioambiente.
“Trump está sacrificando nuestro futuro por el dinero de los combustibles fósiles y dejando que nuestros hijos paguen el precio.
Se está alejando de la promesa de encontrar medios más limpios y más inteligentes para aumentar nuestra prosperidad y está poniendo en un grave e innecesario peligro nuestra salud y la salud del planeta”, ha señalado Bob Deans, director de participación estratégica del Consejo Nacional de Defensa de los Recursos.
Con este impulso a las energías fósiles, ¿dónde quedan los compromisos de Washington firmados en París?
Trump prometió sacar a Estados Unidos de dicho pacto, aunque, de momento, ni en el decreto se hace alusión a ello ni su Gobierno se ha pronunciado al respecto. Durante la campaña, llegó a decir que la amenaza del cambio climático era una “invención” de China.
“Mi Administración está poniendo fin a la guerra contra el carbón, el carbón limpio… Con la acción ejecutiva de hoy, estoy tomando medidas históricas para levantar las restricciones a la energía estadounidense, para acabar con la intrusión del Gobierno y con la destrucción de empleo”, ha declarado Trump.
Las centrales a carbón producen un tercio de la electricidad en Estados Unidos, casi lo mismo que el gas natural y por delante de las centrales nucleares e hidroeléctricas, aunque el sector está en declive. Los expertos no creen que el decreto de Trump vaya a suponer un renacer de la industria del carbón.
Sus detractores alertan sobre los riesgos para la salud y el medioambiente.
“Trump está sacrificando nuestro futuro por el dinero de los combustibles fósiles y dejando que nuestros hijos paguen el precio.
Se está alejando de la promesa de encontrar medios más limpios y más inteligentes para aumentar nuestra prosperidad y está poniendo en un grave e innecesario peligro nuestra salud y la salud del planeta”, ha señalado Bob Deans, director de participación estratégica del Consejo Nacional de Defensa de los Recursos.
Con este impulso a las energías fósiles, ¿dónde quedan los compromisos de Washington firmados en París?
Trump prometió sacar a Estados Unidos de dicho pacto, aunque, de momento, ni en el decreto se hace alusión a ello ni su Gobierno se ha pronunciado al respecto. Durante la campaña, llegó a decir que la amenaza del cambio climático era una “invención” de China.
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