• hace 8 años
Hace cinco años, las revueltas y manifestaciones que empezaron en Túnez y continuaron en Egipto llevaron a los libios a rebelarse contra el dictador Muamar al Gadafi. En solo unos meses los rebeldes se hicieron con la capital, Trípoli, y Gadafi tuvo que buscar refugio en Sirte.

Allí, el dictador, que había estado 42 años al frente del país, fue capturado y apaleado ante las cámaras antes de morir.

La sangrienta represión que estaba llevando a cabo el Gobierno libio contra los rebeldes provocó la intervención militar de las potencias occidentales. La coalición formada por el Reino Unido, Francia y Estados Unidos hizo que el régimen libio cayera ocho meses después del inicio de la insurrección.

La ayuda occidental finaliza ahí. Un año más tarde, a consecuencia del asesinato en Bengasi del embajador estadounidense y de tres de sus ayudantes, Estados Unidos y sus aliados abandonan el país. Los salafistas son los que firman los crímenes.

Cinco años más tarde Libia se encuentra, como otros países de la región, bajo la amenaza de grupos yihadistas, en especial del Daésh, e inmerso en un conflicto político de difícil solución. Tras dos elecciones generales en cinco años las cosas no han cambiado.

Fayez Al Serraj, primer ministro y presidente del Consejo Presidencial respaldado por la comunidad internacional, fue recibido hace algunas semanas en París. Tras seis meses al frente del Gobierno, no controla casi nada.

Oficialmente, lo hace en la parte oeste del país, incluyendo Trípoli; mientras que en el este, el llamado el “Gobierno de Tobruk”, está en manos del general Hafter. El suroeste está controlado por los tuareg.

En la zona controlada por Hafter están, además, el Ejército libio y la tribu tubu. En la zona oeste, la milicia Farj Libia, el brazo armado del Gobierno de Trípoli, y los tuareg. En el norte del país, el Daésh.

Serraj no recibió nunca el aval del Parlamento de Tobruk, cuyo gobierno fue formado en marzo de este año bajo los auspicios del Consejo Presidencial designado por la ONU.

Un tercer hombre aparece en escena, Jalifa Ghwell. El que fuera primer ministro habría retomado sus funciones y los edificios oficiales de Trípoli.

Entonces, ¿quién controla ahora la capital? La situación es confusa.

Sin embargo, en Tobruk, hay un hombre cada vez más fuerte, Jalifa Hafter, antiguo general del régimen de Gadafi. Se impone poco a poco en su ofensiva al Daésh y a las tropas de Trípoli. Y no solo en el terreno, también en el plano diplomático.

La situación en el país desoladora, en todos los ámbitos: económico, político y social, con millones de personas sufriendo las consecuencias de la guerra.

Los principales beneficiados de este caos son los grupos yihadistas, que van extendiendo su influencia en el país.

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