5 de abril | Maranata: El Señor viene | Elena G. de White | Un mundo necesitado
Esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad. Isaías 59:9.
Muchos leen las Escrituras sin comprender su verdadero sentido. En todo el mundo hay hombres y mujeres que miran fijamente al cielo. Oraciones, lágrimas e interrogaciones brotan de las almas anhelosas de luz en súplica de gracia y de la recepción del Espíritu Santo. Muchos están en el umbral del reino esperando únicamente ser incorporados en él.—Los Hechos de los Apóstoles, 89.
En todas partes hay corazones que claman por algo que no poseen. Suspiran por una fuerza que les dé dominio sobre el pecado, una fuerza que los libre de la esclavitud del mal, una fuerza que les dé salud, vida y paz. Muchos que en otro tiempo conocieron el poder de la Palabra de Dios, han vivido en lugares donde no se reconoce a Dios y ansían la presencia divina.
El mundo necesita hoy lo que necesitaba mil novecientos años atrás, esto es, una revelación de Cristo. Se requiere una gran obra de reforma y solo mediante la gracia de Cristo podrá realizarse esa obra de restauración física, mental y espiritual.
Solo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: “Seguidme”.
Es necesario acercarse a la gente por medio del esfuerzo personal... Hay que aliviar a los pobres, atender a los enfermos, consolar a los afligidos y dolientes, instruir a los ignorantes y aconsejar a los inexpertos. Hemos de llorar con los que lloran y regocijarnos con los que se regocijan. Acompañada del poder de persuasión, del poder de la oración, del poder del amor de Dios, esta obra no será ni puede ser infructuosa.—El Ministerio de Curación, 102.
Los seres celestiales aguardan para cooperar con los agentes humanos, a fin de revelar al mundo lo que pueden llegar a ser los humanos, y lo que, mediante la unión con lo divino, puede llevarse a cabo para la salvación de las almas que están a punto de perecer.
No tiene límite la utilidad de quien, poniendo el yo a un lado, da lugar a la obra del Espíritu Santo en su corazón y lleva una vida dedicada por completo a Dios.—El Ministerio de Curación, 116.
DEVOCIONAL MARANATA: EL SEÑOR VIENE
Elena G. de White
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Esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad. Isaías 59:9.
Muchos leen las Escrituras sin comprender su verdadero sentido. En todo el mundo hay hombres y mujeres que miran fijamente al cielo. Oraciones, lágrimas e interrogaciones brotan de las almas anhelosas de luz en súplica de gracia y de la recepción del Espíritu Santo. Muchos están en el umbral del reino esperando únicamente ser incorporados en él.—Los Hechos de los Apóstoles, 89.
En todas partes hay corazones que claman por algo que no poseen. Suspiran por una fuerza que les dé dominio sobre el pecado, una fuerza que los libre de la esclavitud del mal, una fuerza que les dé salud, vida y paz. Muchos que en otro tiempo conocieron el poder de la Palabra de Dios, han vivido en lugares donde no se reconoce a Dios y ansían la presencia divina.
El mundo necesita hoy lo que necesitaba mil novecientos años atrás, esto es, una revelación de Cristo. Se requiere una gran obra de reforma y solo mediante la gracia de Cristo podrá realizarse esa obra de restauración física, mental y espiritual.
Solo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: “Seguidme”.
Es necesario acercarse a la gente por medio del esfuerzo personal... Hay que aliviar a los pobres, atender a los enfermos, consolar a los afligidos y dolientes, instruir a los ignorantes y aconsejar a los inexpertos. Hemos de llorar con los que lloran y regocijarnos con los que se regocijan. Acompañada del poder de persuasión, del poder de la oración, del poder del amor de Dios, esta obra no será ni puede ser infructuosa.—El Ministerio de Curación, 102.
Los seres celestiales aguardan para cooperar con los agentes humanos, a fin de revelar al mundo lo que pueden llegar a ser los humanos, y lo que, mediante la unión con lo divino, puede llevarse a cabo para la salvación de las almas que están a punto de perecer.
No tiene límite la utilidad de quien, poniendo el yo a un lado, da lugar a la obra del Espíritu Santo en su corazón y lleva una vida dedicada por completo a Dios.—El Ministerio de Curación, 116.
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