Los insurgentes suníes intentan hacerse con el control de uno de los pulmones de la economía iraquí: la refinería de Biyi, en la provincia de Saladino, el complejo petrolífero más importante del país. Los rebeldes atacaron el miércoles de madrugada, con fuego de mortero, provocando un gran incendio. La situación en estos momentos no está clara, pero parece que en el interior continúan los combates con fuerzas del Ejército.

Los yihadistas de EIIL, secundados por suníes partidarios de fallecido expresidente Sadam Husein, controlan Mosul, la segunda ciudad iraquí, y gran parte de su provincia, Nínive, también Tikrit y otros sectores del norte y el este, en su camino hacia Bagdad, la capital. El primer ministro iraquí, el chií Nuri al Maliki, ha reconocido que la polarización política entre suníes y chiíes propició el conflicto. “Los acontecimientos sangrientos que nos sacuden son la consecuencia inevitable del fallo crónico del proceso político”, dijo. No obstante, Al Maliki está convencido de que la actual situación es “un revés, no una derrota” y de que es posible la victoria contra los terroristas.

Mientras tanto, los insurgentes han tomado otras tres localidades en el norte y secuestrado a una cuarentena de obreros indios, en un país sumido en el caos.