El caballo es el protagonista de todas las fiestas populares que se celebran a lo largo del verano menorquín. Desde junio a septiembre, los caballos y sus jinetes, vestidos de blanco y negro los primeros, y adornados con lazos, bordados y claveles multicolores los segundos, reviven cada año un ritual que nace a principios del siglo.
Las más tradicionales son las de Sant Joan. Su origen se remonta a principios del siglo XIV y es religioso: la Obrería del santo se dirigía en romería a caballo a una pequeña ermita rural para honrar a su patrón. Los «caixers» son los jinetes que representan los estamentos sociales: iglesia, nobleza, artesanos (maestro y aprendiz) y payeses (agricultores, uno del norte y otro del sur del término municipal); los «cavallers», el grueso de la cabalgata («qualcada»), son todos payeses de diversas edades, desde los 7 u 8 años a los más de 70.
Las más tradicionales son las de Sant Joan. Su origen se remonta a principios del siglo XIV y es religioso: la Obrería del santo se dirigía en romería a caballo a una pequeña ermita rural para honrar a su patrón. Los «caixers» son los jinetes que representan los estamentos sociales: iglesia, nobleza, artesanos (maestro y aprendiz) y payeses (agricultores, uno del norte y otro del sur del término municipal); los «cavallers», el grueso de la cabalgata («qualcada»), son todos payeses de diversas edades, desde los 7 u 8 años a los más de 70.
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