La situación en Colombia, contaminada por un creciente narcotráfico y una corrupción generalizada, es explosiva. La reanudación de la lucha armada es una amenaza silenciosa, a veces incluso claramente expresada por los excombatientes. La polarización política y la pobreza extrema agravada por la pandemia alimentan la violencia. Más de siete años después del final del calvario de Ingrid Betancourt, más de 500 personas han sido secuestradas en lo que va de 2022, una cifra que aumenta un 30% cada año. Contar su historia ayuda a arrojar luz sobre el pasado y el futuro de la democracia más antigua de América Latina, una democracia al borde del abismo.
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