• ayer
Transcripción
00:00Mujer sirve un plato gratis a mendigo desnutrido en el restaurante y es despedida por el jefe.
00:04Pero dos horas después el mendigo vuelve y lo que dice la deja sin palabras.
00:09El ajetreo del restaurante Le Petit Gourmet estaba en su punto máximo.
00:14El tintineo de cubiertos contra la fina porcelana se mezclaba con el murmullo de
00:18las conversaciones de los comensales, creando esa atmósfera única de los
00:22establecimientos de alta cocina. En medio de todo ese bullicio,
00:25María, una camarera de 35 años, se movía con gracia y eficiencia entre las mesas,
00:31sirviendo platos elaborados y sonriendo amablemente a los clientes.
00:35—¿Desean algo más, señores? —preguntó María a una pareja que
00:39acababa de terminar su plato principal. El hombre, vestido con un traje impecable,
00:43miró a su acompañante antes de responder. —Sí, por favor.
00:48—Tráiganos la carta de postres. Por supuesto, enseguida,
00:52respondió María con una sonrisa profesional. Mientras se dirigía a buscar las cartas,
00:57María no pudo evitar notar a través del amplio ventanal del restaurante a un hombre que llamó
01:02poderosamente su atención. Estaba de pie en la acera, mirando fijamente hacia el interior del
01:08local. Su aspecto desaliñado y la delgadez extrema de su cuerpo contrastaban brutalmente
01:13con el lujo que lo rodeaba. María se detuvo un momento, observándolo.
01:17El hombre tenía la mirada perdida, sus ojos hundidos en un rostro demacrado que hablaba
01:22de noche sin dormir y día sin comer. Su ropa, aunque limpia, estaba gastada y le quedaba grande,
01:29como si hubiera perdido peso rápidamente. —María, ¿qué haces ahí parada?
01:33—Muévete —la voz áspera de Javier, el gerente del restaurante,
01:38la sacó de sus pensamientos. —Disculpe, señor Javier.
01:42—Ya voy —respondió María, apresurándose a continuar con su trabajo. Pero mientras atendía
01:47a los clientes, su mente no dejaba de volver a aquel hombre. ¿Cuánto tiempo llevaría sin comer?
01:53¿Tendría familia? ¿Cómo habría llegado a esa situación?
01:57Preguntas sin respuesta se agolpaban en su cabeza. El turno continuó sin mayores incidentes.
02:03María se movía de un lado a otro del restaurante, tomando pedidos, llevando platos,
02:09siempre con una sonrisa en el rostro a pesar del cansancio que empezaba a hacer mella en ella.
02:14—María, mesa siete, por favor —le indicó su compañera Lucía.
02:18—Voy —respondió María, dirigiéndose hacia allí con paso firme.
02:22En la mesa siete, un grupo de ejecutivos celebraba lo que parecía ser el cierre
02:27de un importante negocio. Botellas de vino caro y platos a medio terminar decoraban la mesa.
02:33—Buenas noches, caballeros. —Puedo ofrecerles algo más —preguntó
02:38María con su habitual amabilidad. Uno de los hombres, con el rostro enrojecido por el alcohol,
02:42la miró de arriba abajo antes de responder. —Sí, preciosa.
02:47—Tráenos otra botella de Chateau Margaux 2010 —María sintió,
02:52ignorando la mirada lasciva del hombre. Enseguida, señor, mientras se alejaba,
02:57pudo escuchar las risas y comentarios subidos de tono del grupo. No era la primera vez que
03:03tenía que lidiar con clientes así y había aprendido a no darle importancia.
03:08Tenía cosas más importantes en que pensar, como su hija Laura, de diez años, que la esperaba en
03:14casa al cuidado de una vecina. Al pasar junto a la cocina, el olor de la comida recién preparada
03:19inundó sus sentidos. El chef Carlos estaba terminando de emplatar un exquisito filete
03:24mignón con reducción de vino tinto. —¿Cómo va la noche, María? —preguntó
03:29Carlos al verla pasar. María se detuvo un momento.
03:32—Movida, como siempre. —Pero no me quejo,
03:36las propinas están siendo buenas —Carlos sonrió. —Me alegro.
03:40—Por cierto, ¿cómo está Laura? —Ya se recuperó del resfriado.
03:45La mención de su hija hizo que el rostro de María se iluminara.
03:48—Sí, gracias por preguntar. —Ya está mucho mejor,
03:53aunque aún la tengo en reposo por precaución. —Me alegro.
03:56—Cuídala mucho —respondió Carlos antes de volver a concentrarse en sus platos.
04:01María continuó con su camino, dirigiéndose a la cava para buscar el vino solicitado.
04:06Mientras seleccionaba la botella, su mente volvió a aquel hombre en la calle.
04:11¿Seguiría allí? ¿Habría conseguido algo de comer?
04:15Con la botella en la mano, María regresó a la sala principal del restaurante. Al pasar
04:20junto al ventanal, no pudo evitar mirar hacia afuera. El hombre seguía allí, ahora sentado
04:26en el bordillo de la acera con la cabeza gacha. Algo en su interior se removió.
04:31No podía seguir ignorando la situación. Tenía que hacer algo.
04:35Después de servir el vino a los ejecutivos, María se acercó a Lucía.
04:39—Oye, ¿puedes cubrirme un momento? Necesito ir al baño.
04:44—Claro, no hay problema —respondió Lucía, aunque la miró con cierta extrañeza.
04:49No era común que María pidiera un descanso en medio del turno.
04:53María se dirigió rápidamente a la cocina. Carlos estaba ocupado dando instrucciones a su equipo,
04:59por lo que no notó cuando ella tomó discretamente un plato de sopa caliente y un trozo de pan recién
05:04horneado. Con el corazón latiéndole con fuerza, María se acercó a la puerta de servicio. Miró a
05:10ambos lados para asegurarse de que nadie la veía y salió rápidamente. El frío de la noche la golpeó
05:15en cuanto puso un pie en la calle. Se acercó con cautela al hombre, que ni siquiera levantó
05:21la vista al oírla aproximarse. —Disculpe, señor —dijo María suavemente—, le he traído algo de
05:28comer. El hombre alzó lentamente la mirada. Sus ojos, de un azul desvaído, se abrieron con sorpresa
05:34al ver el plato humeante. —Yo, yo no puedo pagar esto —murmuró con voz ronca. María sonrió
05:40cálidamente. —No se preocupe, es un regalo. —Por favor, coma antes de que se enfríe.
05:46Con manos temblorosas, el hombre tomó el plato. —Gracias —dijo, y en esa simple palabra había
05:53un mundo de gratitud. María observó cómo el hombre comenzaba a comer con avidez, como si no
05:58hubiera probado bocado en días. Probablemente así era. Se quedó allí un momento, asegurándose de
06:05que estuviera bien. —¿Cuál es su nombre? —preguntó suavemente. El hombre tragó un bocado de pan antes
06:10de responder. —Eduardo —dijo simplemente. María sintió. —Mucho gusto, Eduardo. —Yo soy María.
06:19Espero que la comida le ayude a sentirse mejor. Eduardo la miró, y por un momento María vio
06:24un destello de algo más que hambre y desesperación en sus ojos. —Usted es muy amable, María.
06:30—Que Dios la bendiga. Con una última sonrisa, María se dispuso a volver al restaurante.
06:36—Cuídese, Eduardo. Y si necesita algo más. Pero sus palabras fueron interrumpidas por una
06:43voz furiosa que venía desde la puerta del restaurante. —María.
06:46—¿Qué demonios crees que estás haciendo? El corazón de María dio un vuelco. Allí,
06:52en la puerta, estaba Javier, el gerente, con el rostro rojo de ira.
06:57—Señor Javier, yo. —Entra ahora mismo —bramó Javier.
07:00Luego se dirigió a Eduardo. —Y usted, lárguese de aquí.
07:05Este no es un comedor de caridad. Eduardo, avergonzado, se levantó rápidamente,
07:11aún con el plato en las manos. —Lo siento, yo no quería causar problemas.
07:16María se sentía horrorizada por la situación. —No, Eduardo, no es su culpa.
07:22—Por favor, termine de comer. Pero Javier ya la había agarrado del brazo y la arrastraba
07:27dentro del restaurante. —A mi oficina.
07:30Ahora, una vez dentro, Javier cerró la puerta de un portazo. Su rostro estaba contorsionado por la
07:37furia. —¿En qué estabas pensando, María?
07:40—¿Robando comida para dársela a un vagabundo? —¿Tienes idea de cómo se ve eso para nuestro
07:46restaurante? María intentó explicarse. —Señor Javier, por favor, entienda.
07:52Ese hombre estaba hambriento. Solo quería ayudar.
07:56—Ayudar —escupió Javier. —Tu trabajo es servir a los clientes que pagan,
08:01no alimentar a la escoria de la calle. ¿Crees que los clientes quieren ver eso mientras cenan?
08:06—Pero señor, era solo un plato de sopa. —Nadie lo hubiera notado si usted no.
08:11—¡Silencio! —gritó Javier, golpeando el escritorio con el puño.
08:15—Esto es inaceptable, María. Has violado las políticas de la empresa y has puesto en
08:21riesgo nuestra reputación. No puedo tolerar este tipo de comportamiento en mi restaurante.
08:27El corazón de María se hundió. Sabía lo que venía a continuación.
08:31—Estás despedida, María. Recoge tus cosas y vete.
08:36—No quiero verte aquí de nuevo. Las palabras cayeron como un martillo sobre María.
08:40—Por favor, señor Javier, necesito este trabajo.
08:44—Tengo una hija que mantener. Pero Javier fue inflexible.
08:48—Deberías haber pensado en eso antes de tomar decisiones estúpidas.
08:52Ahora, fuera de mi vista, con lágrimas en los ojos, María salió de la oficina.
08:58El resto del personal la miraba con una mezcla de lástima y curiosidad.
09:03Lucía se acercó a ella. —María, ¿qué pasó?
09:06—¿Estás bien? María negó con la cabeza, incapaz de hablar.
09:10Se dirigió al vestuario para recoger sus cosas, con Lucía siguiéndola de cerca.
09:16—Me, me han despedido —logró decir finalmente María,
09:19mientras sacaba sus pertenencias del casillero. —¿Qué?
09:22—¿Por qué? —preguntó Lucía, incrédula.
09:25María le contó brevemente lo sucedido. Lucía la escuchó con horror creciente.
09:31—Eso es injusto, María. No pueden despedirte por un acto de bondad.
09:35—Aparentemente, pueden —respondió María con amargura.
09:39—¿Qué voy a hacer ahora, Lucía? ¿Cómo voy a mantener a Laura?
09:44Lucía la abrazó fuertemente. —Lo siento mucho, María.
09:48Si necesitas algo, cualquier cosa, por favor, házmelo saber.
09:52María sintió, agradecida por el apoyo de su amiga.
09:56Se cambió rápidamente, guardando su uniforme en la bolsa.
10:01Cada movimiento se sentía como si estuviera en una pesadilla de la que no podía despertar.
10:05Antes de salir, se detuvo en la cocina para despedirse de Carlos.
10:09El chef la miró con preocupación. —María, ¿qué sucede?
10:13—¿Por qué te vas tan temprano? Con voz entrecortada, María le explicó la situación.
10:19Carlos escuchó con incredulidad y luego con ira.
10:22—Esto es una locura. Hablaré con Javier,
10:25esto no puede quedar así. Pero María negó con la cabeza.
10:29—No, Carlos. No quiero causar más problemas. Solo cuídate, ¿sí? Y gracias por todo.
10:37Carlos la abrazó fuertemente. —Tú eres la que debe cuidarse, María.
10:42Y recuerda, siempre tendrás un amigo aquí.
10:45Con un último adiós, María salió por la puerta de servicio.
10:49La noche había refrescado aún más, o quizás era el frío de la desesperación
10:54que se instalaba en su pecho. Miró alrededor, buscando a Eduardo,
10:57pero el hombre ya se había ido. El plato vacío estaba en el bordillo de la acera como único
11:03testigo de lo ocurrido. María lo recogió mecánicamente y lo dejó junto a la puerta
11:08del restaurante. Luego, sin saber muy bien qué hacer, comenzó a caminar por la calle desierta.
11:14Las lágrimas, que había logrado contener hasta ahora,
11:17comenzaron a caer libremente por sus mejillas. ¿Cómo había pasado esto?
11:22En un momento estaba haciendo su trabajo, como cualquier otra noche, y al siguiente,
11:27todo se había derrumbado. Pensó en Laura, en su carita sonriente cuando la dejó esa tarde.
11:32¿Cómo iba a decirle que ya no tenía trabajo? ¿Cómo iban a pagar el alquiler, la comida,
11:39las medicinas que Laura necesitaba? María se detuvo en una pequeña plaza y se sentó en un banco.
11:44El parque estaba vacío a esa hora de la noche, sólo iluminado por la tenue luz de las farolas.
11:51Se permitió llorar abiertamente, dejando salir toda la angustia y el miedo que sentía.
11:56Después de un rato, cuando las lágrimas parecieron agotarse, María miró su reloj.
12:01Era tarde, debía volver a casa. La señora Rodríguez, su vecina,
12:06estaría esperándola para irse a su propia casa. Con un suspiro profundo,
12:11María se levantó del banco. Tenía que ser fuerte, por Laura.
12:16Encontraría otro trabajo, de alguna manera saldrían adelante. Siempre lo habían hecho.
12:22Mientras caminaba hacia su casa, María no pudo evitar pensar en Eduardo. Esperaba que,
12:27al menos, la comida le hubiera dado algo de fuerza y consuelo. A pesar de todo,
12:33no se arrepentía de haberlo ayudado. Si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría sin dudar.
12:38Las calles estaban casi desiertas a esa hora. Los pocos transeúntes que se cruzaban con María
12:44apenas la notaban, cada uno absorto en sus propios pensamientos y preocupaciones.
12:49El sonido de sus pasos resonaba en el silencio de la noche, acompañando el tumulto de emociones
12:55que bullía en su interior. Al doblar la esquina de su calle, María vio la luz encendida de su
13:00pequeño apartamento en el tercer piso. La imagen le provocó una mezcla de alivio y ansiedad.
13:05Por un lado, anhelaba ver a Laura, abrazarla y sentir ese consuelo que solo el amor de un
13:11hijo puede proporcionar. Por otro, temía el momento en que tuviera que explicarle lo sucedido.
13:17Subió las escaleras lentamente, cada paso más pesado que el anterior. Cuando llegó a su puerta,
13:23respiró hondo antes de introducir la llave en la cerradura. El suave clic del mecanismo sonó
13:29como un trueno en sus oídos. Al entrar, la señora Rodríguez salió a recibirla desde la pequeña
13:34sala de estar. La mujer, de unos sesenta años, frunció el seño al ver el estado de María.
13:40María, querida, ¿qué ha pasado? —Llegas más tarde de lo habitual y parece que has estado
13:46llorando —dijo la señora Rodríguez en voz baja, para no despertar a Laura. María intentó sonreír,
13:52pero el gesto no llegó a sus ojos. —Ha sido una noche difícil, señora Rodríguez.
13:58—Gracias por quedarse con Laura. La señora Rodríguez la miró con preocupación.
14:03—No hay de qué, ya sabes que adoro a esa niña. Pero dime, ¿ha ocurrido algo en el trabajo?
14:09María dudó un momento antes de responder. Sabía que no podría ocultar la verdad por
14:15mucho tiempo, y la señora Rodríguez siempre había sido un apoyo para ella.
14:19—Me, me han despedido —dijo finalmente, su voz apenas un susurro.
14:23La señora Rodríguez ahogó una exclamación de sorpresa.
14:26—Dios mío. Pero, ¿por qué? —Eres una trabajadora excelente.
14:32María le contó brevemente lo sucedido, las palabras saliendo atropelladamente
14:36mientras revivía los eventos de la noche. La señora Rodríguez la escuchó con presciente
14:41indignación. —¡Qué injusticia! —exclamó cuando María terminó su relato.
14:46—Despedirte por un acto de bondad. —Es inconcebible, lo sé —respondió María
14:52con un suspiro. —Pero ya está hecho. Ahora tengo que pensar en cómo salir adelante.
14:58La señora Rodríguez le puso una mano en el hombro en un gesto de consuelo.
15:02—Escucha, María. No te preocupes por pagarme esta noche. Y si necesitas que me quede con
15:09Laura mientras buscas trabajo, solo tienes que decírmelo.
15:12María sintió que las lágrimas volvían a sus ojos ante la amabilidad de su vecina.
15:17—Gracias, señora Rodríguez. No sé qué haría sin usted.
15:22—Tonterías —respondió la mujer con una sonrisa cariñosa.
15:25—Para eso están los vecinos. Ahora ve a descansar.
15:30Mañana será un nuevo día y las cosas se verán diferentes con la luz del sol.
15:35Después de que la señora Rodríguez se marchara, María se dirigió silenciosamente al pequeño
15:40dormitorio que compartía con Laura. La niña dormía plácidamente,
15:44ajena a los problemas que acechaban su pequeño mundo.
15:47María se sentó en el borde de la cama, observando a su hija. Laura tenía el cabello castaño revuelto
15:54sobre la almohada y sus largas pestañas proyectaban sombras sobre sus mejillas.
15:58Parecía tan frágil y al mismo tiempo tan fuerte.
16:01María recordó todas las veces que Laura había enfrentado sus problemas de salud con una sonrisa,
16:07sin quejarse nunca. —Te prometo que saldremos de ésta,
16:10mi amor —susurró María, acariciando suavemente el cabello de su hija.
16:14—No sé cómo, pero lo haremos. Esa noche, María apenas pudo dormir.
16:20Su mente no dejaba de dar vueltas, pensando en cómo iba a pagar las facturas,
16:25cómo iba a comprar los medicamentos de Laura, cómo iba a mantener un techo sobre sus cabezas.
16:30Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro furioso de Javier o la mirada agradecida de Eduardo,
16:35y se preguntaba si había hecho lo correcto. Cuando el amanecer comenzó a filtrar su luz
16:40a través de las cortinas, María ya estaba despierta. Se levantó silenciosamente,
16:45decidida a no despertar a Laura todavía. Necesitaba unos momentos para recomponerse
16:51antes de enfrentar a su hija. En la pequeña cocina, María preparó café,
16:55el aroma familiar proporcionándole un mínimo de consuelo. Mientras horbía la bebida caliente,
17:01comenzó a hacer una lista mental de sus opciones. Tenía algunos ahorros, no muchos,
17:07pero suficientes para mantenerse a flote durante un par de semanas si era cuidadosa.
17:12Tendría que empezar a buscar trabajo de inmediato, tal vez en otros restaurantes,
17:16o quizás podría considerar otro tipo de empleo. El sonido de pasos pequeños interrumpió
17:21sus pensamientos. Laura apareció en la puerta de la cocina, frotándose los ojos soñolientamente.
17:27—Buenos días, mami —dijo la niña con una sonrisa adormilada. María sintió que
17:32su corazón se encogía y se expandía al mismo tiempo. —Buenos días, mi amor.
17:37—¿Cómo te sientes hoy? Laura se acercó para darle un abrazo a su madre.
17:42—Mejor. —Ya no me duele la garganta.
17:45—Me alegro, cariño —respondió María, abrazando a su hija con fuerza.
17:50—¿Quieres desayunar? Mientras preparaba el desayuno para Laura,
17:54María reunió el coraje para contarle sobre la situación.
17:57Sabía que no podía ocultárselo, Laura era una niña inteligente y perceptiva.
18:02—Laura, tengo que contarte algo —comenzó María, sentándose frente a su hija en la
18:08pequeña mesa de la cocina. Laura la miró con curiosidad, detectando la seriedad en el tono de
18:13su madre. —¿Qué pasa, mami? María respiró hondo antes de continuar.
18:17—Anoche perdí mi trabajo en el restaurante. Los ojos de Laura se abrieron con sorpresa.
18:23—¿Por qué? —¿Hiciste algo malo?
18:26—No, cariño —respondió María, luchando por mantener la compostura.
18:31—A veces, las cosas simplemente suceden. —Pero no te preocupes, encontraré otro
18:37trabajo pronto. Laura permaneció en silencio por un momento, procesando la información.
18:43Luego, para sorpresa de María, se levantó de su silla y rodeó la mesa para abrazar a su madre.
18:48—No estés triste, mami —dijo Laura con una madurez que sobrepasaba sus años. —Eres la
18:54mejor. —Seguro que encuentras otro trabajo rápido. María sintió que las lágrimas volvían a sus ojos,
19:01pero esta vez eran de amor y gratitud por la fortaleza de su hija. —Gracias, mi amor.
19:06—Tienes razón, todo saldrá bien. Después del desayuno, María comenzó su búsqueda de empleo.
19:13Llamó a todos los contactos que tenía en el mundo de la restauración, envió currículos por Internet,
19:19incluso consideró trabajos que nunca antes había contemplado. Laura, determinada a ayudar,
19:25se ofreció a hacer más tareas en casa. —Así tendrás más tiempo para buscar trabajo,
19:30mami —dijo la niña con seriedad. A media mañana, el teléfono de María sonó.
19:36Era Lucía, su compañera del restaurante. —María, ¿cómo estás? —preguntó Lucía
19:41con preocupación evidente en su voz. Sobreviviendo, respondió María con un intento de humor.
19:46—¿Cómo están las cosas en el restaurante? —Lucía dudó un momento antes de responder.
19:51—Es… extraño sin ti. Todos están hablando de lo que pasó.
19:56Carlos intentó hablar con Javier, pero ya lo conoces. María sintió una punzada de nostalgia.
20:03A pesar de todo, extrañaba el bullicio de la cocina, las bromas con sus compañeros,
20:08incluso el estrés de las horas punta. —María —continuó Lucía— quería decirte
20:13que algunos de nosotros estamos pensando en hacer una colecta para ayudarte mientras
20:17encuentras otro trabajo. María se sintió conmovida por el gesto de sus excompañeros,
20:21pero su orgullo le impidió aceptar. —Gracias, Lucía, pero no puedo aceptar eso.
20:28Ustedes también tienen sus propias familias que mantener.
20:31—Pero María… —De verdad, Lucía.
20:33—Agradezco el gesto, pero estaremos bien. Solo, manténganme en mente si escuchan de
20:40alguna oportunidad de trabajo, ¿de acuerdo? Después de colgar, María se permitió un
20:44momento de debilidad. Se sentó en el sofá y dejó que las lágrimas fluyeran libremente.
20:50El peso de la situación, la incertidumbre del futuro, el miedo de no poder cuidar
20:55adecuadamente de Laura, todo se derramó en un torrente silencioso. Laura, que había
21:00estado dibujando en su habitación, salió al oír los sollozos ahogados de su madre.
21:04Sin decir nada, se sentó junto a María y la abrazó con fuerza.
21:09—No llores, mami —dijo suavemente—. Recuerda lo que siempre me dices cuando estoy enferma.
21:15Después de la tormenta siempre sale el sol, punto.
21:18María no pudo evitar sonreír a través de las lágrimas.
21:21—¿Cómo era posible que su pequeña fuera tan sabia?
21:24—Tienes razón, mi amor —dijo secándose las lágrimas—.
21:28—¿Y sabes qué? Vamos a hacer algo especial hoy.
21:31—¿Qué te parece si vamos al parque? Los ojos de Laura se iluminaron.
21:36Debido a sus frecuentes problemas de salud, no solían salir mucho.
21:40—¿De verdad? —Sí, vamos.
21:44Mientras se preparaban para salir, María se prometió a sí misma que,
21:47sin importar lo que pasara, mantendría la esperanza viva.
21:51Por Laura, por ella misma, por el futuro que aún tenían por delante,
21:56el parque estaba lleno de vida cuando llegaron. Niños jugando, parejas paseando,
22:01ancianos disfrutando del sol en los bancos. María observó a Laura correr hacia los columpios,
22:07su risa resonando en el aire, y sintió que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su
22:12corazón. Mientras empujaba a Laura en el columpio, María notó a un hombre sentado en un banco
22:17cercano. Por un momento creyó reconocer a Eduardo, el hombre al que había ayudado la noche anterior.
22:23Pero cuando miró de nuevo, el banco estaba vacío.
22:27—Más alto, mami —pidió Laura, riendo con deleite.
22:31María sonrió y se concentró en su hija, dejando que la alegría de Laura disipara
22:35las sombras de su preocupación, al menos por un momento. El futuro era incierto,
22:40pero tenían el presente, y María estaba decidida a hacer que cada momento contara.
22:45Mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados
22:50y rosados, María y Laura emprendieron el camino de regreso a casa. Laura, cansada pero feliz,
22:56parloteaba sobre los nuevos amigos que había hecho en el parque.
23:00—Y entonces, Juan me prestó su pelota, y jugamos a pasarnosla, y fue muy divertido —contaba
23:06Laura con entusiasmo. María escuchaba con una sonrisa, agradecida por este momento
23:11de normalidad en medio del caos que era su vida ahora. Sin embargo, mientras caminaban,
23:16no pudo evitar que su mente volviera a la realidad que les esperaba en casa.
23:20Al llegar a su edificio, se encontraron con la señora Rodríguez en la entrada, María, Laura.
23:26—Qué bueno verlas —saludó la mujer con una sonrisa cálida. Luego, bajando la voz para que
23:33Laura no escuchara, añadió —María, has tenido suerte con la búsqueda de trabajo.
23:37María negó con la cabeza, sintiendo que el peso de la preocupación volvía a asentarse sobre sus
23:43hombros. —Aún no, pero sigo buscando —la señora Rodríguez le dio un apretón
23:48reconfortante en el brazo. —No te desanimes, querida. Algo aparecerá pronto, ya lo verás.
23:55Mientras subían las escaleras hacia su apartamento, María reflexionaba sobre los
23:59eventos de las últimas veinticuatro horas. Había perdido su trabajo por ayudar a alguien
24:05necesitado, y aunque una parte de ella se preguntaba si había valido la pena, otra parte,
24:10la parte que la definía como persona, sabía que volvería a hacerlo si fuera necesario.
24:15Una vez en casa, María preparó una cena sencilla para Laura y para ella. Mientras comían,
24:21Laura de repente se puso seria. —Mami —dijo, revolviendo su comida con el tenedor— vamos a
24:27estar bien. María sintió que se le formaba un nudo en la garganta. Quería decirle a Laura que sí,
24:33que todo estaría bien, que no tenía nada de qué preocuparse. Pero también sabía que su
24:38hija merecía la verdad. —Vamos a pasar por un momento difícil, cariño —respondió finalmente—,
24:44pero somos fuertes, ¿verdad? Y nos tenemos la una a la otra. Así que sí, vamos a estar bien.
24:52Laura sintió, pareciendo satisfecha con la respuesta. —Y si necesitamos ayuda,
24:57podemos pedírsela a la señora Rodríguez, ¿no? María sonrió, conmovida por la sabiduría de su
25:03hija. —Sí, mi amor. A veces, pedir ayuda es lo más valiente que podemos hacer.
25:09Esa noche, después de acostar a Laura, María se sentó en la pequeña sala de
25:14estar con una taza de té. El silencio del apartamento era opresivo, lleno de preguntas
25:20sin respuesta y miedos no expresados. La mañana siguiente amaneció gris y lluviosa,
25:25como si el clima quisiera reflejar el estado de ánimo de María. Se levantó temprano,
25:30determinada a comenzar su búsqueda de trabajo con renovadas energías.
25:33Mientras preparaba el desayuno para Laura, el sonido de la lluvia golpeando contra la
25:39ventana creaba un ritmo melancólico. —Buenos días, mami —dijo Laura,
25:43entrando en la cocina y flotándose los ojos soñolientos.
25:46María se volvió hacia su hija con una sonrisa forzada. —Buenos días, cariño.
25:52—¿Dormiste bien? —Laura sintió, sentándose a la mesa.
25:56—Soñé que teníamos un perrito —dijo con una sonrisa tímida.
26:00María sintió una punzada en el corazón. Laura siempre había querido una mascota,
26:06pero con sus problemas de salud y la situación económica nunca había sido posible.
26:10—Tal vez algún día, mi amor —respondió María,
26:13colocando un plato de tostadas frente a su hija. —Ahora come tu desayuno.
26:19—La señora Rodríguez vendrá a cuidarte mientras yo salgo a buscar trabajo —Laura
26:24miró a su madre con preocupación. —¿Vas a salir con esta lluvia,
26:28mami? María sintió, tratando de sonar optimista. —Claro que sí.
26:33—Un poco de agua no me va a detener. —¿Además? ¿Quién sabe?
26:38—Tal vez la lluvia me traiga buena suerte. Después de asegurarse de que Laura estuviera
26:43bien instalada con la señora Rodríguez, María salió del apartamento, paraguas en mano y una
26:48carpeta con sus currículos bajo el brazo. La lluvia caía incesante, formando charcos en las
26:54aceras y convirtiendo las calles en ríos miniatura. María recorrió la ciudad de
26:58punta a punta, entrando en cada restaurante, cafetería y bar que encontraba. En algunos
27:04lugares la recibían con amabilidad, en otros apenas le prestaban atención. Pero el resultado
27:10era siempre el mismo, dejaremos su currículum en archivo y la llamaremos si surge algo.
27:15Hacia el mediodía, empapada y desanimada, María decidió tomar un descanso. Entró en una pequeña
27:21cafetería para resguardarse de la lluvia y tomar algo caliente. Mientras esperaba su café, no pudo
27:28evitar escuchar la conversación en la mesa de al lado. —¿Has oído lo del viejo Eduardo? —decía
27:32un hombre de mediana edad a su compañero. —¿Eduardo? —el excéntrico millonario,
27:37respondió el otro. María se tensó al escuchar el nombre. ¿Podría ser el mismo Eduardo al que
27:43había ayudado? —el mismo, continuó el primer hombre. —Dicen que anoche lo vieron vagando por
27:49la ciudad, vestido como un vagabundo. Parece que estaba haciendo una de sus pruebas sociales, punto.
27:55Su compañero soltó una risa sarcástica. —Ese hombre tiene demasiado tiempo y dinero en sus
28:01manos. —¿No tiene nada mejor que hacer que jugar a ser pobre? María sintió una mezcla de emociones,
28:07sorpresa, confusión, incluso un poco de ira. ¿Había sido todo una farsa? El hombre al que
28:14había ayudado, por el que había perdido su trabajo, ¿era en realidad un millonario jugando
28:19a ser pobre? Salió de la cafetería con la cabeza dando vueltas. La lluvia había amainado un poco,
28:25convirtiéndose en una llovizna persistente. María caminó sin rumbo fijo, tratando de procesar lo
28:32que acababa de escuchar. Tan absorta estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de que
28:36había llegado a la calle donde estaba Le Petit Gourmet, el restaurante donde había trabajado
28:40hasta hace dos días. Se detuvo en seco, observando el edificio desde la acera de enfrente. A través
28:47de las grandes ventanas podía ver el interior del restaurante. Todo parecía normal, como si
28:53nada hubiera cambiado. Pudo distinguir a Lucía atendiendo a unos clientes, a Carlos asomándose
28:59desde la cocina. Por un momento sintió una punzada de nostalgia tan fuerte que le cortó
29:05la respiración. —¿María? —¿Eres tú? La voz la sobresaltó. Se giró para encontrarse cara a
29:11cara con Javier, su ex jefe. El hombre parecía incómodo, evitando mirarla directamente a los
29:18ojos. —Hola, Javier —respondió María, tratando de mantener un tono neutral. Hubo un momento de
29:24silencio incómodo antes de que Javier hablara de nuevo. —Yo, ¿cómo estás? María tuvo que
29:29reprimir una risa amarga. —Buscando trabajo —respondió secamente. Javier se removió inquieto.
29:36—Mira, María —sobre lo que pasó. Pero antes de que pudiera terminar, un alboroto en la entrada
29:42del restaurante llamó su atención. Un grupo de hombres vestidos con trajes elegantes estaba
29:47saliendo del establecimiento. En el centro del grupo, María reconoció al hombre al que había
29:53ayudado dos noches atrás. Pero esta vez, en lugar de ropa desgastada y aspecto desaliñado, vestía un
29:59traje impecable y su postura irradiaba confianza y autoridad. —Es él —murmuró María, más para sí
30:05misma que para Javier. —¿Quién? —preguntó Javier, confundido. —El hombre al que ayudé.
30:10—¿El qué, por el que me despediste? Los ojos de Javier se abrieron con sorpresa y algo parecido
30:16al miedo. —¿Qué? —¿Estás segura? Antes de que María pudiera responder, el grupo de hombres cruzó
30:23la calle en su dirección. El hombre que María reconocía como Eduardo iba hablando animadamente
30:28con sus acompañantes. —Y les aseguro, caballeros, que esta adquisición será beneficiosa para todos,
30:34decía Eduardo con voz firme y segura. De repente, Eduardo se detuvo en seco. Su mirada se había
30:41cruzado con la de María. Por un momento pareció sorprendido, pero luego una sonrisa cálida iluminó
30:47su rostro. María exclamó, acercándose a ella. —¡Qué alegría verte de nuevo! María se quedó
30:54sin palabras, alternando su mirada entre Eduardo y Javier, quien parecía cada vez más pálido.
30:59—Yo, yo —balbuceó María, sin saber qué decir. Eduardo se volvió hacia sus acompañantes. —Caballeros,
31:06si me disculpan un momento. Hay un asunto personal que debo atender. Los hombres se
31:12sintieron respetuosamente y se apartaron un poco, dándoles espacio. Eduardo se acercó más a María,
31:18su expresión ahora seria y llena de gratitud. —María —dijo en voz baja— no sabes cuánto
31:24he querido agradecerte por tu acto de bondad la otra noche. María, aún confundida,
31:28logró encontrar su voz. —Pero, usted, todo fue una prueba. Eduardo sintió una sombra de
31:35tristeza cruzando su rostro. —¿Una prueba social? —Sí. —Quería ver cómo reaccionaría la gente
31:42ante alguien necesitado. Y debo decir, tu acción fue la única luz en una noche muy oscura.
31:48Javier, que había estado escuchando la conversación con creciente horror, intentó intervenir. —Señor,
31:54yo no sabía si hubiera sabido quién era usted. Eduardo se volvió hacia Javier,
31:59su expresión endureciéndose. —¿Y eso habría cambiado algo? ¿La bondad solo se debe mostrar
32:05a quienes creemos importantes? Javier balbuceó, incapaz de formar una respuesta coherente.
32:10Eduardo lo ignoró y volvió su atención a María. —Me enteré de que perdiste tu trabajo por
32:16ayudarme —dijo con pesar. —No puedo expresar cuánto lo siento, pero quiero remediarlo —María
32:23negó con la cabeza. —No es necesario, yo, insisto —la interrumpió Eduardo con firmeza.
32:29Luego, dirigiéndose a uno de los hombres de su grupo, dijo —¿Jorgen Stonemos,
32:34los papeles están listos? El hombre sintió y le entregó un sobre a Eduardo, quien se lo tendió a
32:40María. —Acabo de comprar este restaurante, y me gustaría ofrecerte el puesto de gerente general.
32:46María sintió que el mundo se detenía. —¿Había escuchado bien? ¿Gerente general?
32:52Miró el sobre en sus manos, luego a Eduardo, luego a Javier, que parecía a punto de desmayarse.
32:58—Yo, yo no sé qué decir —logró articular María.
33:02Eduardo sonrió. —Di que sí. Tu compasión y tu ética de trabajo son exactamente lo que
33:08necesito para dirigir este lugar. María sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos.
33:13Pensó en Laura, en todas las luchas que habían enfrentado, en el miedo que había sentido estos
33:19últimos días. —Sí —dijo finalmente, su voz apenas un susurro. —Sí, acepto.
33:25La sonrisa de Eduardo se ensanchó. —Excelente. Empiezas mañana.
33:30—Y no te preocupes por tu hija, me han informado sobre su situación.
33:35Tu nuevo contrato incluye un seguro médico completo para ambas.
33:39María no pudo contener más las lágrimas. —Gracias —logró decir entre sollozos.
33:45—Gracias. Eduardo le dio un apretón en el hombro.
33:48—No, María. —Gracias a ti,
33:52por recordarnos a todos que la verdadera riqueza está en la bondad del corazón.
33:56Mientras Eduardo se alejaba con su grupo, María se quedó allí, bajo la llovizna,
34:01sosteniendo el sobre que contenía su nuevo futuro. Javier había desaparecido en algún momento,
34:07probablemente de vuelta al restaurante para procesar lo que acababa de suceder.
34:11María miró el restaurante, que ahora se veía diferente a sus ojos. Ya no era el lugar que
34:17le había dado la espalda, sino un nuevo comienzo, una oportunidad para hacer las cosas bien.
34:22Con el corazón lleno de esperanza, María comenzó a caminar de vuelta a casa. No podía
34:27esperar para contarle a Laura las buenas noticias. Sin embargo, a medida que avanzaba,
34:33una nueva preocupación comenzó a formarse en su mente. ¿Estaría a la altura del desafío?
34:38¿Podría realmente dirigir un restaurante? Tan absorta estaba en sus pensamientos que
34:44casi choca con alguien en la acera. —¡Oh, lo siento! —exclamó María,
34:48levantando la vista. —No pasa nada, querida —respondió
34:52la señora Rodríguez con una sonrisa. —Pareces distraída.
34:56¿Todo bien? María miró a su vecina, dudando por un momento. Luego, incapaz de contener su emoción,
35:03le contó todo lo que había sucedido. La señora Rodríguez escuchó con los ojos cada vez más
35:08abiertos. Cuando María terminó su relato, la mujer mayor la envolvió en un fuerte abrazo.
35:14—¡Oh, María! ¡Qué maravilloso! Sabía que las cosas mejorarían para ti. Estoy tan orgullosa.
35:21María se permitió disfrutar del abrazo por un momento antes de separarse.
35:26—Gracias, señora Rodríguez. —Pero, ¿y si no puedo hacerlo?
35:31Nunca he dirigido un restaurante antes. La señora Rodríguez la miró con seriedad.
35:36—María, ese hombre no te eligió por tu experiencia en gestión. Te eligió por tu
35:42corazón y tu ética. Lo demás lo aprenderás. Confía en ti misma.
35:47Las palabras de la señora Rodríguez le dieron a María el impulso de confianza que necesitaba.
35:53Asintió agradecida. —Tiene razón. Lo haré lo mejor que pueda. Por Laura,
35:59por mí misma y por todos los que trabajan en el restaurante.
36:03Así se habla, sonrió la señora Rodríguez. —Ahora ve, cuéntale a Laura. Esa niña estará
36:10por las nubes. María se despidió de su vecina y corrió el resto del camino a casa,
36:14la lluvia ya olvidada. Cuando entró en el apartamento,
36:18encontró a Laura dibujando en la mesa de la cocina.
36:20—¡Mami! —exclamó la niña, corriendo a abrazarla. —¿Cómo te fue? ¿Encontraste trabajo?
36:27María se arrodilló para estar a la altura de su hija, tomando sus pequeñas manos entre las suyas.
36:32—Laura, cariño, siéntate. Tengo algo importante que contarte.
36:38Laura obedeció, sus grandes ojos llenos de curiosidad y un poco de preocupación.
36:43—¿Qué pasa, mami? —Es algo malo,
36:46María negó con la cabeza, sonriendo. —No, mi amor. Es algo muy, muy bueno.
36:53—¿Recuerdas el restaurante donde trabajaba? Laura sintió.
36:57—Sí, el del hombre malo que te despidió. María tuvo que contener una risa ante la
37:03descripción de su hija. —Bueno, resulta que alguien compró el restaurante.
37:08Y me ofrecieron ser la nueva gerente. Los ojos de Laura se abrieron como platos.
37:13—¿Gerente? ¿Eso significa que serás la jefa? María sintió, riendo.
37:19—Sí, algo así. Tendré mucha responsabilidad, pero también significa que podremos vivir más
37:26cómodamente. Y lo mejor de todo, tendremos un seguro médico que cubrirá todos tus tratamientos.
37:32Laura saltó de su silla y abrazó a su madre con fuerza.
37:35—Eso es genial, mami. —Estoy tan feliz por ti.
37:40María abrazó a su hija, sintiendo que por fin, después de tanto tiempo,
37:44las cosas empezaban a mejorar. —Gracias, mi amor.
37:48—Pero sabes, esto significa que tendré que trabajar mucho.
37:52—Necesitaré tu ayuda. Laura se separó un poco, mirando a su madre con determinación.
37:58—Haré todo lo que pueda para ayudarte, mami.
38:01—Lo prometo, lo sé, mi amor —dijo María, acariciando el cabello de Laura—.
38:06Eres la mejor hija que una madre podría desear.
38:10El resto del día pasó en un torbellino de emociones y preparativos. María llamó a la
38:15señora Rodríguez para contarle las buenas noticias y agradecerle todo su apoyo. Luego,
38:21comenzó a prepararse para su primer día como gerente.
38:24—Laura, cariño, ¿has visto mi blusa blanca? —preguntó María, revolviendo su armario.
38:29Laura apareció en la puerta de la habitación, sosteniendo la prenda.
38:33—Aquí está, mami. —La planche para ti.
38:37María miró a su hija con sorpresa y gratitud. —¿La planchaste?
38:41—Oh, Laura, gracias. —Pero ten cuidado con la plancha, ¿sí?
38:47—No quiero que te quemes —Laura sintió solemnemente.
38:51—Lo sé, mami. Tuve mucho cuidado. —Quiero ayudarte en todo lo que pueda.
38:57María abrazó a su hija, conmovida por su madurez y consideración.
39:01—Eres maravillosa, ¿lo sabías? Esa noche, mientras Laura dormía,
39:06María se quedó despierta, repasando mentalmente todo lo que tendría que hacer al día siguiente.
39:11La emoción y el nerviosismo se mezclaban en su estómago, manteniéndola inquieta.
39:16A la mañana siguiente, María se despertó antes de que sonara la alarma. Se vistió con cuidado,
39:23eligiendo su mejor ropa. Cuando salió de su habitación, encontró a Laura en la cocina,
39:28intentando preparar el desayuno. —Laura.
39:31—¿Qué haces despierta tan temprano? —preguntó María, sorprendida.
39:36Laura levantó la vista de la tostadora, donde estaba luchando por sacar una tostada atascada.
39:41—Quería prepararte el desayuno para tu primer día, mami. Pero creo que no me está saliendo muy bien.
39:47María sonrió, acercándose para ayudar a su hija.
39:51—Es un gesto muy dulce, mi amor. —Ven, hagámoslo juntas.
39:56Mientras desayunaban, Laura miró a su madre con curiosidad.
39:59—Mami, ¿cómo es ser jefa? María pensó por un momento antes de responder.
40:05—Bueno, cariño, ser jefa significa tener mucha responsabilidad. Tienes que cuidar no
40:12solo de ti misma, sino de todas las personas que trabajan contigo. Tienes que tomar decisiones
40:17difíciles y asegurarte de que todo funcione bien. Laura sintió, procesando la información.
40:23—Suena difícil. —Lo es —admitió María. —Pero también puede ser muy gratificante.
40:29Cuando haces las cosas bien, ayudas a mucha gente.
40:33Después del desayuno, María se preparó para salir. En la puerta,
40:37se arrodilló para estar a la altura de Laura. —Portate bien con la señora Rodríguez, ¿sí?
40:43—Volveré tan pronto como pueda —abrazó Laura a su madre. —Lo haré, mami.
40:48—Buena suerte en tu primer día. Sé que serás la mejor jefa del mundo.
40:53Con el corazón lleno de amor y determinación, María se dirigió al restaurante. Al llegar,
40:59se detuvo un momento frente a la entrada, tomando una respiración profunda antes de entrar.
41:04El interior del restaurante estaba en silencio, muy diferente del bullicio al que estaba
41:09acostumbrada durante las horas de servicio. Algunos miembros del personal de limpieza
41:14estaban terminando sus tareas matutinas. María, una voz familiar la llamó. María se giró para
41:19ver a Lucía, su antigua compañera y amiga, mirándola con una mezcla de sorpresa y alegría.
41:25Lucía exclamó María, abrazando a su amiga. —Es tan bueno verte.
41:30Lucía le devolvió el abrazo con fuerza. —¿Es cierto? ¿Eres la nueva gerente?
41:36María sintió una mezcla de orgullo y nerviosismo en su voz.
41:39—Sí, es cierto. Apenas puedo creerlo yo misma.
41:44—¡Oh, María, estoy tan feliz por ti! —dijo Lucía, sus ojos brillando.
41:49—Si alguien merece esta oportunidad, eres tú.
41:52En ese momento, Carlos, el chef, salió de la cocina. Al ver a María, se detuvo en seco.
41:59—¿María? ¿Qué haces aquí? —preguntó, confundido.
42:03María respiró hondo antes de responder. —Soy la nueva gerente, Carlos.
42:08Los ojos de Carlos se abrieron como platos. —¿Tú?
42:11—¿Pero, cómo? —es una larga historia,
42:14dijo María con una sonrisa. —Les contaré todo en la reunión de personal.
42:19—¿Pueden avisar a todos que nos reuniremos en media hora?
42:23Lucía y Carlos asintieron, aún procesando la noticia.
42:26Mientras se alejaban para avisar al resto del personal, María se dirigió a la que ahora era
42:32su oficina. La misma oficina donde Javier la había despedido hace apenas unos días.
42:37Al entrar, se sorprendió al ver que ya había sido redecorada. Los muebles oscuros y pesados
42:43que Javier prefería habían sido reemplazados por piezas más modernas y acogedoras.
42:47Sobre el escritorio había una nota. —María,
42:51he tomado la libertad de hacer algunos cambios. Espero que te gusten. Confío en que harás un
42:57trabajo excelente. Si necesitas algo, no dudes en contactarme. —Eduardo Montero.
43:03María sonrió, agradecida por el gesto. Se sentó en la silla detrás del escritorio,
43:08permitiéndose un momento para asimilar todo lo que estaba sucediendo. Media hora después,
43:13todo el personal estaba reunido en el comedor del restaurante. María podía sentir sus miradas
43:19curiosas y expectantes mientras se paraba frente a ellos. —Buenos días a todos,
43:24comenzó su voz más firme de lo que esperaba. Como algunos de ustedes ya saben, soy María,
43:30la nueva gerente de Le Petit Gourmet. Sé que esto puede ser una sorpresa para muchos,
43:35y les aseguro que para mí también lo es. Hizo una pausa, mirando los rostros
43:40familiares de sus antiguos compañeros de trabajo. Algunos parecían felices,
43:45otros confundidos, y unos pocos, como el subchef Antonio, claramente escépticos.
43:50Primero que nada, quiero agradecerles por todo su arduo trabajo. Sé de primera mano lo dedicados
43:56que son todos ustedes. Mi objetivo es continuar con la excelencia que Le Petit Gourmet siempre
44:03ha ofrecido, pero también hacer algunos cambios positivos. Antonio levantó la mano.
44:07—¿Qué tipo de cambios? María lo miró directamente. —Bueno, Antonio, para empezar,
44:14quiero mejorar las condiciones laborales. Horas extras correctamente pagadas,
44:19más flexibilidad en los horarios para quienes tienen familia y un programa de desarrollo
44:24profesional para todos los empleados. Se escucharon murmullos de aprobación entre el personal.
44:29María continuó. —También quiero implementar un programa de comidas para personas necesitadas.
44:34Una vez a la semana, ofreceremos comidas gratuitas a quienes no puedan pagarlas.
44:40Esta vez, los murmullos fueron de sorpresa. Carlos habló. —María, ¿estás segura?
44:46—Eso podría ser costoso. María asintió. —Estoy segura, Carlos. Y tengo el apoyo total
44:54del señor Montero en esto. Creo que podemos hacer bien como negocio y hacer el bien al mismo tiempo.
44:59Lucía sonrió ampliamente. —Me parece una idea maravillosa, María.
45:04María le devolvió la sonrisa antes de continuar. —Sé que algunos de
45:09ustedes pueden tener dudas sobre mi capacidad para dirigir este restaurante. Les aseguro que
45:14daré lo mejor de mí cada día. Pero también necesito su apoyo y su paciencia. Estoy aquí
45:20para aprender y para trabajar junto a ustedes, no por encima de ustedes.
45:24Hubo un momento de silencio, y luego, para sorpresa de María, Antonio habló.
45:29—Bueno, jefa, si alguien puede hacerlo, eres tú. Cuenta conmigo.
45:34Uno a uno, los demás miembros del personal expresaron su apoyo. María sintió que un
45:40peso se levantaba de sus hombros. No iba a ser fácil, pero al menos tenía un equipo
45:45dispuesto a darle una oportunidad. —Gracias a todos —dijo María, emocionada.
45:50—Ahora tenemos un restaurante que dirigir. Manos a la obra.
45:55El personal se dispersó, cada uno a sus respectivas tareas. María se quedó un
46:01momento más, observándolos. Lucía se acercó a ella.
46:05—Lo harás bien, María —le dijo con una sonrisa de aliento.
46:08María sintió, agradecida. —Eso espero, Lucía.
46:13—Eso espero. El resto del día pasó en un torbellino de actividad.
46:17María se sumergió en el trabajo, familiarizándose con los aspectos del negocio que antes desconocía,
46:23inventarios, nóminas, contratos con proveedores. Era abrumador, pero también emocionante.
46:30A media tarde, mientras revisaba unos documentos en su oficina, alguien llamó a la puerta.
46:35—Adelante —dijo María, levantando la vista de los papeles.
46:39Para su sorpresa, era Javier, su antiguo jefe. El hombre parecía incómodo, casi avergonzado.
46:45María dijo, vacilante. —Yo quería hablar contigo.
46:50María lo miró, sin saber qué esperar. —Te escucho, Javier.
46:55Javier se removió inquieto antes de hablar. —Quería pedirte disculpas.
47:00—¿Por cómo te traté, por haberte despedido? —Fue, fue un error.
47:05María se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de Javier. Parte de
47:10ella quería rechazar sus disculpas, recordar todo el dolor y la angustia que le había causado.
47:15Pero otra parte, la parte que la había llevado a ayudar a Eduardo en primer lugar,
47:20entendía que todos merecen una segunda oportunidad. —Aprecio tus disculpas, Javier —dijo
47:26finalmente. —No fue fácil lo que pasé, pero entiendo que estabas haciendo lo que creías
47:31correcto para el negocio. Javier asintió, pareciendo aliviado. —Gracias, María.
47:37—Yo, bueno, supongo que ahora trabajaré para ti.
47:41María sonrió ligeramente. —Así es.
47:44—Y espero que podamos trabajar bien juntos, Javier. Tu experiencia será valiosa mientras
47:50me adapto a este nuevo rol. Javier pareció sorprendido por un momento, luego sonrió.
47:56—Por supuesto, María. Estaré encantado de ayudar en lo que pueda.
48:00Después de que Javier se fuera, María se reclinó en su silla, reflexionando sobre lo sucedido.
48:06Las cosas habían cambiado tanto en tan poco tiempo. De repente, su teléfono sonó,
48:12sacándola de sus pensamientos. —Era Laura, mami —exclamó la voz emocionada de su hija.
48:18—¿Cómo va tu primer día? María sonrió, el sonido de la voz de Laura disipando cualquier
48:24tensión restante. —Va bien, mi amor. Muy ocupado, pero bien.
48:29—¿Cómo estás tú? —Estoy bien.
48:32—La señora Rodríguez me está enseñando a hacer galletas.
48:35—¿Puedo hacerte unas para cuando vuelvas? —Claro que sí, cariño.
48:40—Me encantaría probar tus galletas. Después de colgar, María miró el reloj.
48:45Ya era tarde, pero aún quedaba mucho por hacer. Se levantó, estirándose un poco,
48:52y salió de la oficina. En la cocina encontró a Carlos preparándose para el servicio de la cena.
48:57Carlos llamó a María. —¿Tienes un momento?
49:00El chef la miró, asintiendo. —Claro, María.
49:05—¿Qué necesitas? —Quería hablar contigo sobre el menú —dijo María.
49:09—Estaba pensando que podríamos incluir algunos platos más asequibles, sin sacrificar la calidad.
49:15—Algo que permita que más personas puedan disfrutar de tu cocina.
49:19Carlos la miró, sorprendido. —¿Más asequibles?
49:23—Pero María, somos un restaurante de alta cocina. Lo sé, Carlos.
49:28—Y seguiremos siéndolo. Pero creo que podemos encontrar un equilibrio.
49:33—Imagina poder compartir tu talento con un público más amplio.
49:37Carlos se quedó pensativo por un momento. —Bueno, supongo que podría crear algunos
49:43platos que sean más simples pero igualmente deliciosos.
49:46—Podría ser un desafío interesante —María sonrió. —Eso es todo lo que pido, Carlos.
49:52—Que lo consideremos. —Gracias.
49:56Mientras se alejaba, María notó que Antonio, el subchef, la miraba con una nueva expresión
50:01de respeto en su rostro. El resto de la tarde pasó volando. María se movía de un lado a otro del
50:07restaurante, observando, aprendiendo, haciendo preguntas. Cuando finalmente cerró la puerta
50:13del restaurante esa noche, estaba exhausta pero satisfecha. Camino a casa, María reflexionó sobre
50:19todo lo que había sucedido. Hace apenas unos días, estaba desesperada, sin trabajo y sin
50:25perspectivas. Ahora era la gerente de uno de los mejores restaurantes de la ciudad. La vida podía
50:32cambiar en un instante y ella estaba decidida a aprovechar al máximo esta oportunidad. Al llegar
50:38a su apartamento, el aroma de galletas recién horneadas la recibió. Laura corrió a abrazarla.
50:44—Mami, lo lograste. Terminaste tu primer día como jefa. María abrazó a su hija con fuerza.
50:51—Sí, mi amor, lo logré. Y mañana será otro día, y otro después de ese. Y juntas, tú y yo,
51:00podemos lograr cualquier cosa. Mientras compartían las galletas que Laura había hecho, María se
51:06sintió verdaderamente feliz por primera vez en mucho tiempo. El futuro, que hace unos días parecía
51:12tan oscuro e incierto, ahora brillaba con posibilidades. Y todo porque había elegido la
51:18bondad, incluso cuando parecía que le costaría todo. —Mami, dijo Laura de repente, con la boca
51:24llena de galletas. —¿Crees que ahora podríamos tener un perrito? María rió, abrazando a su hija.
51:30—¿Sabes qué, cariño? —Tal vez. Tal vez ahora sí podamos. Y así, entre risas y el aroma a
51:39galletas recién horneadas, María y Laura terminaron su día, llenas de esperanza por el futuro que
51:45ahora se extendía ante ellas. A la mañana siguiente, María se despertó con una nueva energía. El
51:51nerviosismo del primer día había sido reemplazado por una determinación firme. Mientras se preparaba
51:57para salir, Laura apareció en la puerta de su habitación, frotándose los ojos soñolientos.
52:02—Buenos días, mami, dijo la niña con un bostezo. —¿Ya te vas al trabajo? María se acercó a su
52:09hija y le dio un beso en la frente. —Sí, cariño. Hoy tengo una reunión importante con el señor
52:16Montero. Laura sintió con seriedad. —¿Le llevarás algunas de las galletas que hicimos?
52:22—A los jefes les gustan las galletas, ¿verdad? María no pudo evitar reír.
52:26—Es una excelente idea, mi amor. Estoy segura de que al señor Montero le encantarán tus galletas.
52:33Después de desayunar y asegurarse de que Laura estuviera lista para su día con la señora
52:38Rodríguez, María salió de casa con una pequeña caja de galletas en su bolso. Al llegar al restaurante,
52:44se sorprendió al ver que Eduardo Montero ya estaba allí, hablando animadamente con Carlos
52:49en la cocina. María exclamó Eduardo al verla. —Justo a tiempo. Carlos me estaba contando sobre
52:56algunas de tus ideas para el menú. Debo decir que estoy impresionado. María sintió una oleada de
53:02orgullo. —Buenos días, señor Montero. Me alegro de que le gusten las ideas. De hecho, tengo algunas
53:10propuestas más que me gustaría discutir con usted. —Excelente, respondió Eduardo con entusiasmo.
53:16—¿Por qué no vamos a tu oficina? Una vez en la oficina, María sacó una carpeta con sus propuestas
53:21y la caja de galletas. Antes de empezar, dijo, ofreciendo la caja a Eduardo, mi hija Laura
53:27horneó estas galletas anoche y pensó que le gustaría probarlas. Eduardo pareció conmovido
53:32por el gesto. Tomó una galleta y la probó. —Mmm, deliciosas. —Tu hija tiene talento, María.
53:41Tal vez tengamos una futura chef en nuestras manos. María sonrió, pensando en lo orgullosa
53:47que estaría Laura al escuchar eso. Luego se concentró en la tarea en cuestión. —Señor
53:52Montero, he estado pensando en cómo podemos hacer que Le Petit Gourmet sea no solo un excelente
53:58restaurante, sino también un negocio con conciencia social. Eduardo la miró con interés. —Te escucho.
54:05María procedió a explicar sus ideas. El programa de comidas para personas necesitadas la
54:10incorporación de platos más asequibles al menú, un plan para reducir el desperdicio de alimentos
54:15colaborando con bancos de alimentos locales e incluso la posibilidad de ofrecer clases
54:20de cocina gratuitas para jóvenes de bajos recursos. Mientras hablaba, María pudo ver
54:25cómo los ojos de Eduardo se iluminaban cada vez más. María dijo cuando ella terminó su
54:30presentación. —Esto es exactamente por lo que te elegí para este puesto. Tienes visión, compasión
54:36y un verdadero entendimiento de cómo un negocio puede ser una fuerza para el bien en la comunidad.
54:41María sintió que se sonrojaba ante el elogio. —Gracias, señor Montero. Realmente creo que
54:48podemos marcar la diferencia. —Estoy completamente de acuerdo, respondió Eduardo. —De hecho,
54:54me gustaría llevar estas ideas aún más lejos. ¿Qué te parecería si convirtiéramos a Le Petit
55:00Gourmet en el buque insignia de una nueva cadena de restaurantes con conciencia social?
55:04María lo miró, sorprendida. —¿Una cadena? —Eduardo asintió con entusiasmo. —Sí.
55:11Imagina poder llevar esta visión a otras ciudades, otros países incluso. Restaurantes que no solo
55:18ofrezcan comida excepcional, sino que también sean un pilar en sus comunidades. La mente de
55:23María daba vueltas con las posibilidades. —Sería increíble, señor Montero. Pero,
55:29cree que estoy calificada para manejar algo así. Eduardo la miró seriamente. —María,
55:35en los pocos días que has estado a cargo, has demostrado más visión y liderazgo que muchos
55:40ejecutivos con años de experiencia. Creo que eres más que capaz. —Por supuesto,
55:46te proporcionaremos toda la formación y el apoyo que necesites. María sintió una mezcla de emoción
55:52y nerviosismo. —Es una oportunidad increíble, señor Montero. —Me honra que confíe en mí
55:58para esto. —Excelente —sonrió Eduardo. —Empezaremos a planificar de inmediato.
56:03—Y, María, por favor, llámame Eduardo. Después de que Eduardo se fuera, María se quedó en su
56:10oficina, tratando de procesar todo lo que había sucedido. Su mente vagó hacia Laura, pensando en
56:16cómo esta oportunidad podría cambiar sus vidas para siempre. Tomó su teléfono y marcó el número
56:21de casa. —Hola —respondió la voz de Laura. —Hola, mi amor —dijo María, sintiendo que
56:27las lágrimas de felicidad se formaban en sus ojos. —Tengo grandes noticias. —¿Recuerdas
56:33que hablamos sobre tener un perrito? —Sí —exclamó Laura con entusiasmo. —¿Podemos
56:38tener uno? —María rió. —Bueno, cariño, creo que pronto podremos tener ese perrito. —Y tal vez,
56:45si quieres, podríamos mudarnos a una casa con un gran jardín para que pueda jugar.
56:50El grito de alegría de Laura fue tan fuerte que María tuvo que alejar el teléfono de su oído.
56:56—Sí. —Eres la mejor mami del mundo, y tú eres la mejor hija, mi amor —respondió María,
57:02su corazón rebosante de amor y gratitud. —Ahora tengo que volver al trabajo. —Te
57:09veré esta noche y te contaré todos los detalles, ¿de acuerdo?
57:12Después de colgar, María se quedó un momento mirando por la ventana de su oficina. Podía
57:18ver la calle donde, hace solo unos días, había alimentado a un hombre que creía necesitado.
57:23Ese simple acto de bondad había desencadenado una serie de eventos que habían cambiado su
57:28vida de maneras que nunca hubiera imaginado. Con una sonrisa, María volvió a su trabajo.
57:33Tenía un restaurante que dirigir, un futuro que planear y una diferencia que hacer en el mundo.
57:39Y todo había comenzado con un plato de sopa y un corazón compasivo.
57:44Mientras se sumergía en sus tareas, María no pudo evitar pensar en todas las personas
57:48que podrían beneficiarse de las nuevas iniciativas del restaurante. Familias que
57:53podrían disfrutar de una comida de calidad sin preocuparse por el costo, jóvenes que
57:57podrían descubrir una pasión por la cocina en las clases gratuitas, personas sin hogar
58:01que podrían tener una comida caliente y un trato digno. Señora María, la voz de Lucía
58:06la sacó de sus pensamientos. —El proveedor de verduras está aquí y quiere hablar con usted
58:12sobre el nuevo pedido de productos orgánicos. María sintió, levantándose de su escritorio.
58:17—Gracias, Lucía. Voy enseguida.
58:21Mientras seguía a Lucía fuera de la oficina, María se dio cuenta de que éste era solo el
58:25comienzo. Tenía mucho que aprender, muchos desafíos que enfrentar, pero estaba lista.
58:31Lista para liderar, para inspirar, para hacer la diferencia que siempre había soñado hacer.
58:37Y mientras caminaba por el restaurante, saludando a su personal con una sonrisa cálida, María supo
58:42que había encontrado su verdadero llamado. No solo era una gerente de restaurante, era una
58:48agente de cambio, una fuerza para el bien. El futuro se extendía ante ella, brillante y lleno
58:53de posibilidades, todo gracias a un simple acto de bondad en una noche lluviosa. María estaba lista
59:00para escribir el próximo capítulo de su historia, una historia de esperanza, compasión y el poder
59:05transformador de la bondad humana.

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