La trayectoria de Joaquín Oristrell es tan variada como apasionante. Y es que ese hijo único que creaba historias en la trastienda de la tintorería de su madre, que aprendió a leer y a escribir gracias a Doña María, una vecina que era medio monja medio maestra, y que acudía semanalmente a la sesión doble en los cines Cervantes de Barcelona, terminó siendo el vicepresidente de la Academia de Cine cuando la famosa gala de los Goya del "No a la guerra" y trabajando de la mano de Manuel Gómez Pereira, con quien formó uno de los tándems más taquilleros del cine español.
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