El 3 noviembre de 1995 estalló la Fábrica Militar de Río Tercero, en Córdoba, lo que provocó que miles de proyectiles se dispararan y se esparcieran en los pueblos de alrededor, en una tragedia que dejaría siete muertos y centenares de heridos y afectados. Por entonces, Natalia Garayalde era una niña de doce años que vivía con su familia cerca del lugar, y todavía jugaba a filmar con la cámara de video que su padre había comprado, cuando registró los momentos inmediatos al estallido, mientras su familia escapaba de las explosiones, así como las actividades cotidianas del pueblo en los días y semanas siguientes. Veinticinco años después, aquel material captado desde la mirada cándida y sorprendida de una niña que jugaba con su hermana a hacer móviles periodísticos se convierte en un testimonio reflexivo y doloroso sobre la familia, la destrucción de una ciudad, los rastros del horror, la verdad siniestra sobre el caso y las heridas difíciles de cerrar.
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