La Armada española vivió durante el siglo XVIII una edad de oro cuando el país se encontraba en la cumbre de la tecnología marina. El comercio con los territorios ultramarinos requería de navíos con los últimos avances militares para su defensa y que fueran capaces de cubrir las necesidades de decenas de hombres en su interior durante meses en alta mar. Unos buques cuya construcción dinamizaba la economía de las ciudades que albergaban los arsenales.
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