Lo último de Pablo Iglesias suena a coña.
Mientras tiene docenas de agentes de la Guardia Civil protegiendo su mansión, una finca de 2.300 metros cuadrados, con piscina y casita de invitados, vigilada por cámaras en circuito cerrado, Iglesias dice que son de “ultraderecha” quienes recurren a una empresa de seguridad para poner una alarma en su casa y proteger así su vivienda: “Ultraderecha es Vox, pero Securitas Direct te dice que pongas una alarma para que no te ocupen la casa”.
Algo bastante hipócrita por su parte sabiendo cómo protege la suya.
Es posible que ahora muchos estéis pensando que si el ministro Marlaska dedicase a vuestro barrio una parte de los efectivos que malgasta en torno al chalet de Galapagar, pagados con nuestros impuestos, igual no tendríais que contratar los servicios de Securitas, Movistar, Prosegur o cualquier otra empresa de seguridad.
Cuando el fundador de Podemos pierda sus privilegios de político y se convierta en un ciudadano normal, tendrá que elegir entre hacerse de ultraderecha y poner una alarma en su casa o arriesgarse, como miles de españoles, a que le entren ladrones y okupas en el casoplón.
Mientras tiene docenas de agentes de la Guardia Civil protegiendo su mansión, una finca de 2.300 metros cuadrados, con piscina y casita de invitados, vigilada por cámaras en circuito cerrado, Iglesias dice que son de “ultraderecha” quienes recurren a una empresa de seguridad para poner una alarma en su casa y proteger así su vivienda: “Ultraderecha es Vox, pero Securitas Direct te dice que pongas una alarma para que no te ocupen la casa”.
Algo bastante hipócrita por su parte sabiendo cómo protege la suya.
Es posible que ahora muchos estéis pensando que si el ministro Marlaska dedicase a vuestro barrio una parte de los efectivos que malgasta en torno al chalet de Galapagar, pagados con nuestros impuestos, igual no tendríais que contratar los servicios de Securitas, Movistar, Prosegur o cualquier otra empresa de seguridad.
Cuando el fundador de Podemos pierda sus privilegios de político y se convierta en un ciudadano normal, tendrá que elegir entre hacerse de ultraderecha y poner una alarma en su casa o arriesgarse, como miles de españoles, a que le entren ladrones y okupas en el casoplón.
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