Las ecoaldeas muestran su autonomía durante la pandemia del coronavirus

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Castilblanco de los Arroyos (Sevilla), 22 may (EFE).- El asentamiento ecológico Los Portales de Castilblanco de los Arroyos (Sevilla) lleva 36 años de funcionamiento en plena naturaleza, y durante el confinamiento por la pandemia de coronavirus han demostrado su capacidad de autonomía gracias a los alimentos y la energía que producen y a la filosofía basada en "cooperar y compartir".
Así lo han asegurado a Efe dos de los miembros más veteranos de esta ecoaldea, Jaime Azuara y Kevin Lluch, que llegaron en 1986 a la finca, de 200 hectáreas, situada en las estribaciones de Sierra Morena junto a latifundios históricos y donde conviven 40 personas de España, Bélgica, Italia, República Checa, Francia y Turquía.
En esta "fórmula de vida sostenible y práctica", como define a las ecoaldeas la red española, integrada por 22 asentamientos de este tipo, se producen verduras, queso, aceite, vino, frutas y carne que generan las ovejas, cabras y cerdos, y se abastecen de la energía necesaria a través del viento, el agua y el sol.
Además de estos aspectos materiales, potencian el ámbito espiritual inspirados en "la psicología Junguiana y el trabajo con los sueños como vía de acceso a la totalidad".
También recuerdan que Los Portales, a 17 kilómetros del pueblo más cercano, once de ellos por carriles de tierra, se fundó en 1984 por "pioneros" que no eran "especialmente hippies", entre ellos un banquero, abogados y profesores.
La idea original era desarrollar formas de vida innovadoras en agricultura orgánica, educación holística, medicinas naturales, arte, energías limpias, economía y desarrollo personal, "en progreso continuo hacia una mayor sostenibilidad y autosuficiencia".
La autosuficiencia casi completa la han logrado, afirma Azuara, técnico en máquinas eléctricas y psicólogo clínico, mientras muestra orgulloso las instalaciones eólicas y solares que les surten de la energía que necesitan junto a la lavadora ecológica, que se mueve con el pedaleo de una bicicleta estática, "lo más fotografiado" por los periodistas que les visitan, apunta entre risas.
"Nuestra forma de vida se basa en dos cosas muy básicas: cooperar y compartir. El hecho de no estar solo frente una situación difícil como la pandemia te facilita mucho las cosas. Es la base realmente. Cultivar la tierra, generar nuestros propios recursos es una ventaja. El apoyo mutuo tras más 30 años de convivencia es lo que nos ayuda", apostilla después de recordar los principios con el uso de velas para iluminarse.
Luego llegó la primera máquina, un motor de limpiaparabrisas para moler la harina, lo que les evitaba un monótono trabajo manual. Las tareas físicas siguen vigentes, como la recolección y apilamiento del heno para alimentar a los animales, en pleno proceso tras una primavera "de libro".
También enseñan con satisfacción los huertos que les surten de frutas y verduras, como una col de cinco kilos recolectada esta semana, algo jamás logrado antes y que atribuyen al uso, por primera vez, del