• hace 5 años
Qué maravillosos resultan esos avances tecnocientíficos que facilitan la vida doméstica, el transporte, la estancia en el centro de trabajo y, en general, hacen de nuestro mundo un lugar con condiciones ideales para ser habitado.

El cien por cien de los hogares españoles tienen, al menos, un electrodoméstico grande. El más popular es la nevera: el 99,9 % cuentan con ella, incluso por encima de los que poseen un televisor, que son el 99,2 %. El 99,1 % tienen lavadora, mientras que la secadora independiente solo la disfrutan el 21,6 %. Si hablamos del lavavajillas, el dato está en el 43,5 %.

Qué atractivos son los radiodespertadores digitales, secadoras de pelo, cocinas de vitrocerámica, televisores de pantalla plana, ordenadores, hornos de microondas, refrigeradores, aires acondicionados…, en fin, todo lo que nos hará la vida más fácil y agradable.

¡Claro que sí, buenísimo! ¿Cómo se podría decir lo contrario?

Sin embargo, toda moneda tiene dos caras y las apariencias engañan.

Esos equipos electrodomésticos, que nos llenan de satisfacción y ayudan en nuestro hogar, también pueden traen consigo, sin que lo sepamos, la enfermedad y la muerte.

Los daños que los electrodomésticos ocasionan al organismo humano se presentan en tres formas de manifestación: por radiaciones, por ruidos y por vibraciones.

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