Vivo en una Casa Embrujada (Un Fantasma me Siguió)

  • hace 5 años
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Historia por Leila.

Ella es Leila. Cuando le dice a alguien que vivió en una casa embrujada, la respuesta más común que oye es “Guau, genial”. Bueno, amigos, ella está aquí para contarles por qué no definiría su experiencia como “genial”.

Leila tiene una amiga, Sara. Han estado juntas desde que eran niñas. Fueron a la misma escuela y, cuando la terminaron, las aceptaron en la misma universidad. El asunto era que esa universidad estaba en otra ciudad, así que debían mudarse antes de que comenzaran las clases. No querían ir a la residencia universitaria, así que buscaron alguna casa pequeña para las dos.
Siempre había un problema con los lugares que les ofrecían, así que comenzaron a desesperarse. Hasta que, un día, dieron con una casa de dos pisos, cerca del centro de la ciudad, pero en un vecindario tranquilo. Lo mejor de todo era que la renta no costaba prácticamente nada.

Leila y Sara no podían creer su suerte. Mientras se mudaban, algunos de los futuros vecinos se acercaron a saludarlas. Uno de ellos las miró de una manera peculiar y les preguntó con una sonrisa si tenían alguna razón especial para haber escogido esa casa. Ellas se reímos, creían que él estaba bromeando. Recordándolo, Leila cree que debería haberle pedido explicaciones, pero en ese entonces no podían esperar para mudarse, así que simplemente agradecieron la bienvenida.

La entrada a la casa estaba en un lugar que no se veía desde la calle. Cuando las chicas llegaron a las escaleras, se encontraron con una anciana amable. Llevaba un paquete en las manos. “¡Hola, niñas!”, dijo. “Soy la Sra. Herrera. Quiero darles la bienvenida al vecindario. ¡Les traje mi famosa tarta de manzana para el almuerzo! Supongo que están lejos de sus padres y aún no cocinan”. Ellas le agradecieron el gesto. Mientras abrían la puerta, la invitaron a tomar un café. Pero, al volver la vista, descubrieron que la señora ya no estaba. Bueno, tenían mucho que hacer, ya habría tiempo para preguntarse por el paradero de sus vecinos.
Por primera vez en la vida, Leila y Sara eran independientes. Imagínate su emoción. Lo único que las irritaba un poco era que no lograban dormir bien. Pero suponían que era el efecto de los primeros días en la universidad. El lado positivo era que, un par de veces a la semana, encontraban un nuevo paquete en la puerta con una tarta de la Sra. Herrera. Nunca tenían la oportunidad de agradecerle, no habían vuelto a verla desde el primer día.
De todas maneras, no disponían del mucho tiempo como para buscar a la Sra. Herrera. Sus problemas de sueño eran cada vez más abrumadores. Con frecuencia, Leila se despertaba en medio de la noche, cubierta de sudor por las pesadillas. Cuando bajaba a la cocina por un vaso de agua, encontraba a Sara ojeras, al borde del llanto. Todo esto parece algo trivial, pero intenta no dormir bien durante un par de meses, de pronto