En el año 2001 Joaquín El Chapo Guzmán fue detenido y encarcelado en el penal mexicano de Puente Grande en Jalisco, pero consiguió escaparse. EEUU, entonces, puso precio a su cabeza de casi cuatro millones de euros; estaba considerado el criminal más buscado del mundo tras la muerte de Bin Laden. Hasta hoy, que un dispositivo militar estadounidense lo detenía en un balneario de Sinaloa, ciudad a la que da nombre el cartel que lidera, el más sanguinario de México. El Chapo Guzmán, ahora de 54 años, pasó de ser un campesino casi analfabeto a tener una fortuna calculada en 700.000 millones de euros, procedente de un imperio criminal basado en la exportación a 48 países de cocaína, marihuana, heroína y metanfetaminas. Un negocio que protegía sin temblarle el pulso y con los métodos más macabros. Tras de sí deja miles de muertes y secuestros y extorsiones; una guerra sin cuartel contra otros carteles que se ha cobrado la vida de más de 50.000 personas en el último lustro y que tienen aterrorizado a México desde hace varios años.
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