Rinka no es una geisha al uso. No es japonesa, es una joven china que desde la primera vez que viajó a Japón quedó prendada por esta ancestral tradición. Asegura, entre pincelada y retoque de maquillaje que tuvo una vecina geisha que vestía kimono y, entonces lo decidió: ella también quería usar kimono. Ahora vive en esta okiya y aprende las artes tradicionales que adornan a las geishas. Danza al ritmo del shamisen, instrumento que también está aprendiendo a tocar. Además, tiene otras discilplinas como el arte floral, la literatura japonesa tradicional o la poesía. Su maestra dice que el idioma es una barrera y un reto que Rinka está superando a la hora de aprender Kabuki, el arte teatral tradicional japonés. El sueño de Rinka, es volver a China y abrir allí una casa de geishas para mantener viva una tradición de más de 400 años, que aún sigue causando fascinación y muchas preguntas.
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Creatividad