A principios del mes de junio se le veía por última vez, un Michael Jackson que aseguraba a los periodistas que estaba bien. Pero su voz era débil, parecía confirmar los rumores de precaria salud, que tenía una rara enfermedad pulmonar y necesitaba un trasplante, que padecía un cáncer de piel, que los problemas con una vértebra y una pierna le tenían pegado a los analgésicos, cada vez más fuertes. El abuso de uno de ellos, de un derivado del opio llamado Demerol, pudo ser fatal. Su relación con los narcóticos no era nueva. En 1997 les dedicó un tema 'Morfina', en el que citaba media docena de veces el demerol. El 'rey' del pop acostumbraba a taparse la nariz y la boca, a usar un guante, y a empalidecer. Una vez se confesó ante Oprah Winfrey: tenía vitíligo y sí se había operado la nariz. A Michael Jackson se le paró el corazón, pero la clave de su muerte la buscan en su cerebro.
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Creatividad